Consejos prácticos para una familia cristiana: padres, hijos, abuelos. Optimar la convivencia familiar

 

A la hora de los balances un sólo enemigo hemos de temer: el desaliento. Por otra parte, los resultados que parecen excelentes suelen ser imaginarios. Seamos realistas. Si hemos luchado, hemos mejorado; y si no, vamos a comenzar o a recomenzar. Optimar la convivencia familiar es optimar la personalidad de cada uno de los miembros de la familia, que a su vez lo son de una sociedad, de un pueblo, de un mundo que mejora cada vez que alguien mejora. La conducta personal tiene siempre consecuencias cósmicas.

Quizá las sugerencias que ofrecemos a continuación nos sirvan para hacer un pequeño examen de conciencia (incluso juntos, en reunión familiar entrañable), descubrir algún porqué de las sombras que pueda haber en la alegría personal o del conjunto de la familia. Seguro que alguno de los puntos será estímulo para nuestra "optimación personal".

I. ¿Qué podemos mejorar todos en casa?

Hay siempre muchos detalles en la convivencia familiar diaria que pueden mejorarse .

1. El orden -tan necesario para la paz-, podemos mejorarlo exigiéndonos un poco más cada día, ayudándonos unos a otros: ropa, libros, instrumentos de trabajo, etcétera: cada cosa en su sitio cuanto antes.

2. Conquistar un tono de voz moderado. No por gritar más nos van a hacer más caso o vamos a tener más razón. Proverbio hindú: "Si domas un elefante a gritos no pretendas que te obedezca cuando le hables".

3. Luchar contra cualquier tipo de malhumor. Una familia se estructura en torno al amor, y de ahí se desprende el buen humor. No caben rencores ni malas caras. Los pequeños enfados son inevitables, pero el sentido familiar y el cariño superan todo tipo de dificultades.

4. Ser sinceros: nadie en la familia debe mentir. La familia es la casa donde se comprende y disculpa todo.

5. Ser más diligentes. Evitar la pereza, intentar hacer las cosas con diligencia. El buen ejemplo nos ayuda a todos. Todos hemos de aprender de todos.

6. Ser más generosos. Excederse cariñosamente a las peticiones de los demás. En una familia en la que se vive la generosidad y la entrega a los demás, existe un caldo de cultivo inmejorable para el pleno desarrollo de la personalidad de todos.

7. Ser más delicados en el trato, teniendo detalles "sorpresa" que apenas tengan más razones que el cariño. *Eso mismo que has dicho dilo en otro tono, sin ira, y ganará fuerza tu raciocinio, y, sobre todo, no ofenderás a Dios. *No reprendas cuando sientes la indignación por la falta cometida. --Espera al día siguiente, o más tiempo aún.--Y después, tranquilo y purificada la intención, no dejes de reprender. --Vas a conseguir más con una palabra afectuosa que con tres horas de pelea. --Modera tu genio.

8. Perdonar siete veces siete, que es igual a setenta mil veces setenta mil veces siete.

Aprender a escuchar

El hábito de escuchar, es indispensable en la comunicación, tanto en la familia como en la empresa. Supone un esfuerzo consciente. No resulta fácil. Es un hábito que se adquiere sólo con la práctica. Podemos adquirirlo y mejorarlo empeñándonos en conseguir cada día mejor las metas siguientes:

1. Deja hablar a quien esté intentando decirte algo. O escuchas o hablas. No puedes hablar y escuchar al mismo tiempo. No puedes a la vez hablar y enterarte de lo que el otro quiere comunicarte. Ponte siempre en el punto de vista de tu interlocutor.

2. Concéntrate en aquello que tu interlocutor te está diciendo y mírale a los ojos sin que parezca que estás tratando de hipnotizarle.

3. Escucha lo que una persona te dice, sin interrumpirle antes de que haya tenido oportunidad de contarte todo de una vez y a su manera. El general George C. Marshall tenía su fórmula propia del *bien escuchar: *Escuchar el relato de la otra persona; escuchar todo el relato de la otra persona; escuchar todo el relato de la otra persona primero.

4. Reprime (porque es muy bueno reprimir lo malo) el deseo de inyectar a toda costa ideas y opiniones propias y el de acabar algunas de las frases de tu interlocutor, demostrando que tú sabes mejor que él lo que está diciendo.

5. Interrumpir al que habla, en principio, es una mala costumbre que deberíamos eliminar. Al lanzarle al otro una pregunta mientras está hablando, el orador puede perder el hilo del discurso (además de molestarse). Reservemos, pues, las preguntas para el coloquio final.

6. Sonreír cuando el que te habla hace una observación inteligente, o te dice algo realmente divertido.

Resumiendo: Si sabes escuchar, escuchando a la gente mientras habla, aprenderás muchas cosas. Conocerás a las personas con bastante rapidez. Y te admirarás de la gente que convive contigo o que trabaja para ti, aquellos para los que trabajas o con los que contigo conviven.

II. ¿Qué podemos mejorar especialmente los más jóvenes?

1. La alegría. Un hijo triste es un triste hijo. Sonríe aunque te cueste un poco. Si no lo consigues, mírate al espejo y verás qué risa te das. Si aún así no lo consigues, mira una imagen de la Virgen María (que es por donde tenías que haber empezado) y verás cómo acabas sonriendo.

2. El espíritu de servicio. *Darse sinceramente a los demás es de tal eficacia, que Dios lo premia con una humildad llena de alegría.

3. Abomina del señoritismo. Dios se hizo hombre y dijo: no he venido a ser servido sino a servir. No debiéramos permitir que nos hagan la cama, que tengan que ordenar nuestra ropa, los libros, las demás cosas de uso personal.

4. No te sientas ni te hagas el incomprendido. Atrévete a comprender a los demás. Escucha y después fórmate tu opinión. Cede sin inconveniente "tus derechos" si con ello creas un clima amable alrededor tuyo. *A veces no quieren entender: están como cegados. Pero, otras, eres tú el que no ha logrado hacerse comprender: ¡corrígete!.

5. *No digas: "Es mi genio así..., son cosas de mi carácter". Son cosas de tu falta de carácter: Sé varón -"esto vir" .

6. *Acostúmbrate a decir que no.

7. *Serenidad. -Por qué has de enfadarte si enfadándote ofendes a Dios, molestas al prójimo, pasas tú mismo un mal rato... y te has de desenfadar al fin-.

8. Vuelve a mirarte al espejo, pero ¡ojo!, no abuses: sólo para arreglarte razonablemente y... reírte un poco más de ti mismo.

III. ¿Qué pueden mejorar los "más mayores"?

A los "más mayores" el profesor Aquilino Polaino, con gran respeto, les dice que la vejez no tiene por qué ser una etapa ácida y herrumbrosa de la vida, como a algunos le gusta pintarla. Rostand compara muy bellamente este declive de la vitalidad con la caída de la hoja en el otoño; en los atardeceres de la biografía personal, pone en boca de Cirano de Bergerac estas palabras:

¡Qué bien saben caer! En el corto paso de la rama a la tierra cómo saben poner una última belleza, y a pesar del temor de pudrirse en el suelo, quieren que su caída tenga la gracia de un vuelo.

Estas líneas -sigue diciendo el Profesor Polaino- ofrecen algunos consejos útiles a los ancianos, y a las personas que desean aprender a envejecer:

1. Evite ser arbitrario en sus juicios. No los sazone con el malhumor que destilan los pequeños fracasos de su vida.

2. No se crea imprescindible. No se ofenda si no le consultan lo que deben o no hacer.

3. Aprenda a renunciar. Esto no es fácil cuando se ha ejercido la autoridad durante tantos años. No piense que siempre, en cualquier ocasión y circunstancia, tiene algo que decir para ayudar a los demás. En ocasiones, les ayudará más si se calla lo que sabe o si no lo pone a su disposición, a no ser que sea requerido a hacerlo.

4. Puede cavilar y recordar su pasado, pero no trate de que sus familiares participen en sus viejas historietas, aunque sea una lástima que no se beneficien de sus ricas experiencias. No sea prolijo en las informaciones que le solicitan. Ahórrese los detalles innecesarios y evite ser reiterativo.

5. Manifieste mayor interés por lo que a los otros les sucede que por narrar lo que a usted le aconteció.

6. Esfuércese por estar atento a lo que pueda ocurrir en el futuro, en lugar de concentrar su atención en el pasado; y evite pensar o decir que todo tiempo pasado fue mejor.

Cuando se vive así a pesar de las renuncias que la edad impone o precisamente por ello, es posible saborear el hondo y sabio sentido que en cada vida humana se esconde. A continuación un texto anónimo que sintetiza bien estos grandes descubrimientos: "Le pedí a Dios la fuerza para triunfar; la salud para hacer grandes cosas; la riqueza para ser feliz; el poder para influir en los demás y los amigos para no vivir solo. Y, en cambio, Él me ha dado la debilidad, para llegar a gustar lo pequeño; la enfermedad, para hacer cosas mejores; la pobreza, para que sea sensato y humilde; la flaqueza, para sentir la necesidad de Dios y un corazón capaz de amar a todos mis hermanos. Yo le había pedido de todo, para gozar de la vida y Él me ha dado la vida, para gozar de todo. No he recibido nada de lo que había pedido, pero tengo todo lo que podía esperar. Y a pesar de todos mis ruegos no escuchados, Dios me ha ofrecido ser el más feliz de los hombres..."

Por su parte, Rafael Alvira, decía que la vejez es, sí, difícil, pero es la etapa sublime en el proceso de la vida humana. Es la demostración de que la vida puede ser vivida a pesar de la carencia de fuerzas. Donde aparece la suprema debilidad es donde se muestra mejor la grandeza del ser humano. Si el viejo ha aprendido lo que es la vida, mantiene proyectos

hasta el último momento, porque tiene fe y da continuas muestras de la perfección que adquirió en la madurez. Esos viejos que dan muestras de madurez de juicio, causan asombro, en ellos se muestra admirable el hombre. La vejez es la síntesis de las edades anteriores: la infancia, la juventud, la madurez... Otro día será un placer presentar esta fecunda interpretación de la vida humana en un más amplio contexto.

Vale la pena la convivencia con los ancianos. No son "la tercera edad" (término ridículo y hortera, donde los haya), son la síntesis de las edades. Nos conviene mucho tratarlos, cuidarlos, admirarlos. Como es necesario llenar el mundo de niños, que por serlo son ya hermanos del niño llamado Jesús, que, antes de ser hombre creó al hombre a imagen y semejanza de Dios, para que llegue un día en que todos nos encontremos en la Casa del Cielo, donde la humanidad será una familia a la vez grande y pequeña. Grande, porque seremos miles de billones. Pequeña, porque nos conoceremos todos y nos trataremos con el amor mismo de nuestro Padre Dios.

Antonio OROZCO

 


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