Juan y María son dos personas completamente diferentes: diferentes en crianza, personalidad y antecedentes.
Después de un tiempo y de mucha oración y consejos, marchan hacia el altar y toman el voto de llegar a ser una carne bajo la bendición de Dios.
¿Qué significa llegar a ser uno? ¿Es posible que dos personas diferentes lleguen a ser "uno"? Algunos dirían que no. Sin embargo, la Biblia dice que sí. Pero, ¿cómo comprendemos la declaración de que los dos "serán una sola carne" (Gen. 2:24) ¿Será un misterio matemático? ¿O hay algo más en ello?
Algunos argumentarían que el matrimonio cristiano es un milagro que trasciende la sencilla regla matemática y que nos da la ecuación 1+1=1. Tal argumento no refleja el verdadero significado de Génesis 2:24 o el principio bíblico subyacente de la unidad en el matrimonio. Si 1+1=1 es correcto, se deduce que uno de los dos debe renunciar a sí mismo y llegar a ser 0. Tal renunciamiento propio permite una posibilidad matemática (1+0=1), pero crea una dificultad teológica.
Consideremos a Elisa. Ella era una de esas personas que parecen tener una visión muy clara de su futuro. Tenía el potencial para llegar a tener éxito profesional. Siempre alegre, siempre alerta, tenía una personalidad que la hubiera hecho avanzar hacia arriba. Sin embargo, cuando Elisa se casó, comenzó a experimentar pequeños cambios en sus actitudes. La inseguridad y dudas acerca de sí misma lentamente comenzaron a entrar en su vida. Llegó a ser una profesional, pero el alto nivel de éxito parecía eludirla. Llegó a ser muy tranquila y sonreía o reía sólo cuando su esposo no estaba cerca. Vivía una vida rutinaria, a veces dolorosamente solitaria y rara vez se expresaba aun sobre asuntos como la educación de su hijo, la decoración del hogar, o las ropas que vestía. Su esposo decidía todo.
Ustedes se han encontrado con Elisa muchas veces en todo lugar imaginable. Ella lleva la vida como una rutina, aun presentando una imagen placentera por afuera. Pero dentro de ella hay escondidos una multitud de problemas que no los detectan ni siquiera los amigos más íntimos o los miembros de su familia. Los sicólogos llaman a esto el Síndrome de la Identidad Anulada, que se observa más en las mujeres que en los hombres.
Dos características muy significativas identifican a este síndrome: la pérdida de la capacidad de tomar decisiones y la lenta transferencia del control de todas las cosas a su cónyuge, incluyendo los gustos más personales. ¿El resultado? Un gran sentido de frustración, no expresado verbalmente, pero guardado internamente hasta que un día estalla en forma de trauma emocional. Y surgen a la superficie sentimientos de temor, angustia y dolor emocional.
Elena White aconseja que la esposa "no debería sacrificar sus fuerzas y permitir que sus capacidades queden dormidas, apoyándose totalmente sobre su esposo. Su individualidad no debe ser absorbida por la de él. Ella debería sentir que es igual a su esposo, para estar a su lado, fielmente en el puesto del deber de ella, y él en el de él".[1]
También escribió: "Dios le ha dado conciencia [a la esposa], la que ella no puede violar con impunidad. Su individualidad no puede ser absorbida en la del esposo... Es un error imaginarse que con devoción ciega ella ha de hacer exactamente lo que su esposo dice en todas las cosas, cuando ella sabe que al hacerlo, su cuerpo y su espíritu sufrirían daños".[2]
En otra ocasión, hablando a una pareja de recién casados, Elena White dijo: "Pero mientras deben combinarse como uno, ninguno de ustedes ha de perder su individualidad en el otro. Dios es el dueño de la individualidad de ustedes. A él deben preguntarle: ¿Qué es lo correcto? ¿Qué está mal? ¿Cómo puedo cumplir mejor el propósito de mi creación?"[3]
De este modo, el ideal de la unidad bíblica no permite la anulación o la renuncia del uno hacia el otro. Un cónyuge no ha de controlar la conciencia del otro. En realidad, la actividad creadora de Dios que involucró una costilla es un símbolo poderoso de que Eva "no habría de controlarlo como la cabeza, ni ser pisoteada bajo sus pies como inferior, sino estar a su lado como igual".[4] "Nadie se casa para que su personalidad sea destruida o ignorada por su cónyuge".[5]
Si la anulación de una persona no es la respuesta al problema de la unidad, ¿podremos pensar en la mutilación de ambos como una manera de comprender el concepto? Por mutilación quiero decir que cada persona renuncia al 50 por ciento de su yo. Esto permitiría que la fórmula se cumpliera: 0,5+0,5=1. Algunas parejas cristianas caminan por este sendero por razones sociales y financieras, por el bien de los hijos o para evitar el fracaso. En el proceso, se ven forzadas a renunciar a muchas de sus metas y de sus sueños personales.
Aquellos que siguen esta ruta, muchas veces no se dan cuenta cuándo dejaron de ser ellos mismos y llegaron a ser otros. "Ambos decidieron que su 'vida' sería una 'forma de vida'. Pero con el transcurso del tiempo, ambos deben examinar si su vida diaria es una vida real, una agonía... o una muerte".[6]
En realidad, ambos están "medio muertos" porque han dejado el 50 por ciento de sus vidas fuera de la relación.
Si el porcentaje es diferente, digamos que uno renuncie al 40 por ciento y el otro al 60, el resultado podría ser aún más desastroso. No, la respuesta al problema de la unidad en el matrimonio no reside en la matemática de la mutilación, sino en el misterio del amor. Pero primero, consideremos una pregunta fundamental.
Si sientes que cualquiera de los acertijos matemáticos descritos arriba calzan en tu caso, detente un momento. ¿Qué deberías hacer para vencer la tentación de la negación propia?
Volvamos a nuestra pregunta. ¿Qué significa "serán una sola carne"?
Cuando Mary y yo comenzamos nuestra vida de casados, tuvimos que afrontar muchos conflictos que surgieron de nuestras diferencias culturales y de la manera en que hacíamos las cosas. Los primeros años fueron difíciles. Después de tratar de "convencer" e imponer nuestro punto de vista al otro, finalmente pudimos tomar el camino del acuerdo. Comenzamos con cosas pequeñas, como nuestras comidas.
Personalmente no me gusta el aceite de ninguna clase. Mi esposa, por otro lado, goza poniendo aceite a todo. Al comienzo fue una lucha, tratando de hacer desaparecer el aceite de la comida y de la despensa. Pero, un día, ella descubrió que era posible cocinar sin aceite, añadiéndolo después. Durante 14 años hemos estado cocinando sin aceite en casa, pero los que están interesados en comer con aceite, sencillamente lo añaden en su plato más tarde. Problema resuelto.
Para mí, descansar significa recostarme en un sofá para leer un buen libro o escuchar algo de música. Para mi esposa, descansar significa salir a caminar. Al comienzo traté de convencerla de la ventaja de quedar en casa para leer un poco. Ella, por otro lado, quería que yo entendiera la importancia de salir al aire libre. Finalmente, optamos por decidir por turno qué actividad haríamos, aunque al otro no le gustara demasiado la elección. Estamos contentos con este arreglo. A través de los años, yo aprendí a apreciar un día al aire libre, y mi esposa pasa más tiempo leyendo. Lo que aparece como un problema puede resolverse con respeto y consideración mutuos.
La unidad, por lo tanto, no significa eclipsar la personalidad del otro. Significa renunciar al deseo de dominio sobre el otro, y en cambio, llegar a un alto nivel de amor y de respeto mutuo, y crear la unidad que es el fundamento del éxito en el matrimonio. El ingrediente básico de esta unidad debería ser, por supuesto, el amor.
El amor no es egoísta, no busca lo suyo. Nacido del libre albedrío, el amor busca dar y no recibir. Sólo los que no aman demandan sumisión y anulación.
Ninguno se une con otro en matrimonio para perder su propia individualidad. Por el contrario, nos unimos con una persona que aprecia nuestra singularidad y dignidad. La relación de una pareja es una dedicación recíproca de cooperación mutua. Ambos son felices al ver que el otro alcanza su máximo potencial.
Cada persona es única. El dicho de que "Dios quebró el molde después de haberte hecho a tí" no sólo es cierto, sino debería ser repetido más a menudo. Nunca hubo ni nunca habrá otra persona exactamente como tú o como yo. Por lo tanto, en el matrimonio, al establecer una relación de amor, lo estamos haciendo con una persona muy singular. El amor y el respeto por esa singularidad conserva la unidad de la relación.
Un proverbio chino dice: "No camines delante de mí, no puedo seguirte. No camines detrás de mí, no te puedo guiar. Camina a mi lado y seré tu amigo". Allí reside el secreto de un amor perdurable y unido. Dos seres diferentes, caminando lado a lado, tomados de la mano, con los corazones unidos, afirmando que ellos son uno en la misteriosa relación del matrimonio.
Autor: Miguel Ángel Núñez (Director de educación y de ministerio juvenil de la Unión Chilena cuando escribió esto). Las ideas de este artículo han sido desarrolladas más ampliamente en uno de sus libros, Amar es todo.
Notas y referencias
[1]. Ellen G. White, El hogar cristiano (Mountain View, Calif: Pacific Press Publ. Assn., 1979), p. 206.
[2]. Id., p. 101.
[3]. White, Joyas de los Testimonies (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1970)t. 3, p.95.
[4]. White, El hogar cristiano, p. 27.
[5]. Alfredo Altamira: "En el matrimonio 1+1 no es 1 ni 2", Vida Feliz 29 (Julio 1992) 7:8.
[6]. Id., p. 9.
www.jovenes-cristianos.com (17 de Noviembre de 2011)
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