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Conocerse,
tratarse y
respetarse
en el noviazgo

 

Conocimiento y trato en el noviazgo

 Año Santo
de la Misericordia

 

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En el noviazgo, el conocimiento es la información de la otra persona. Aquí se abordarán algunos elementos que ayudarán al conocimiento y al respeto mutuo entre los novios.

Conocerse

La felicidad en el matrimonio depende, en gran parte, de la elección del cónyuge. Esta decisión está relacionada con dos parámetros: conocimiento y riesgo ; a mayor conocimiento menor riesgo.

Es fundamental que ambos tengan la misma idea del amor, y que ese concepto se atenga a la verdad, es decir, a lo que realmente es amor .

El conocimiento propio es algo esencial. La persona debe aprender a distinguir cuándo una manifestación afectiva se adentra en la esfera del sentimentalismo, quizá egoísta. En este proceso es esencial la virtud de la templanza que ayuda a la persona a ser dueña de sí misma

Hoy, muchas parejas fundamentan el noviazgo, y también el matrimonio, en el sentimentalismo . A veces, hay actitudes de conveniencia y falta de transparencia. Con el paso del tiempo, esto puede convertirse en causa de muchas rupturas matrimoniales. Es una relación construida sobre la arena de los sentimientos que van y vienen.

El amor es un tipo de sentimiento profundo. La inteligencia me dice qué tengo que hacer para seguir queriendo. La voluntad me lleve a acometer lo que he decidido. Lógicamente, conviene alimentar la inteligencia con buena formación, pues de lo contrario, se apoyará en argumentos que lleven al sentimentalismo.

Tratarse

El conocimiento verdadero de los demás se consigue con el trato mutuo. El noviazgo requiere un trato que llegue a temas profundos, relacionados con la otra persona: cuáles son sus creencias, sus convicciones, sus ilusiones, sus valores familiares, etc.

Hay que contar con que todos tenemos momentos de mal carácter. Esto se puede paliar, contando especialmente con la gracia de Dios, luchando por hacer la vida más agradable a los demás. Sin embargo, hay que asegurar la capacidad para convivir con el modo de ser del otro

También sucede lo mismo con las convicciones y creencias. Muchas veces se deja de lado la importancia que tienen. Sería ingenuo pensar que el otro va a cambiar sus convicciones o que el cónyuge será el medio para que cambie. Lo anterior no excluye que las personas rectifiquen y mejoren con el paso del tiempo y la lucha personal.

El noviazgo cristiano es un tiempo para conocerse y para confirmar que la otra persona coincide en lo que es fundamental. No será extraño que a lo largo de esta etapa uno de los novios decida que el otro no es la persona adecuada para emprender la aventura del matrimonio

Un criterio que puede servir es el siguiente: si, las convicciones profundas, no se adecúan a lo que yo pienso respecto a cómo ha de ser el padre o la madre de mis hijos, puede ser prudente cortar. No hacerlo a tiempo es un error que con frecuencia puede llevar a un futuro matrimonio roto.

Se debe pedir al otro un nivel de madurez adecuado a su edad. Hay algunos parámetros que pueden ayudar a distinguir a una persona con posibles rasgos de inmadurez:

  • suele tomar las decisiones en función de su estado de ánimo,

  • le cuesta ir a contracorriente,

  • su humor es voluble,

  • es muy susceptible,

  • suele ser esclavo o esclava de la opinión de los demás,

  • tolera mal las frustraciones,

  • tiende a culpar a los otros de sus fracasos,

  • tiene reacciones caprichosas,

  • es impaciente,

  • no sabe fijarse metas ni aplazar la recompensa,

  • le cuesta renunciar a sus deseos inmediatos,

  • tiende a ser el centro de atención.

Respetarse

El periodo del noviazgo es un tiempo de espera y de preparación, que se ha de vivir en la castidad de los gestos y de las palabras. Esto permite:

  • madurar en el amor, en el cuidado y la atención del otro;

  • ayudar a ejercitar el autodominio,

  • ayudar a desarrollar el respeto por el otro

  • no buscar en primer lugar la propia satisfacción ni el propio bienestar.

Este hecho conlleva diversas consecuencias:

  • no se puede pedir al novio o a la novia lo que no puede o no debe dar,

  • no caer en chantajes sentimentales,

  • no pedir manifestaciones afectivas o de índole sexual, más propias de la vida matrimonial que del noviazgo.

Siguiendo el consejo del Papa Francisco: “La convivencia es un arte, un camino paciente, hermoso y fascinante que tiene unas reglas que se pueden resumir en tres palabras: ¿Puedo? Gracias, perdona"

Tendrán que ser delicados, elegantes y respetuosos, apagando los primeros chispazos de pasión que se puedan presentar, evitando poner al otro en circunstancias límite.

Fuente: José María Contreras, opusdei.es


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