Si yo me estoy ahogando en un río turbulento, un hombre que aún tenga un pie
en la orilla puede echarme una mano que me salve la vida.
¿Debería gritarle, ¡No, no es justo! ¡Tú tienes ventaja! ¡Aún tienes un pie en
la orilla!?
Esa ventaja -llamadla injusta, si queréis- es la única razón por la que ese hombre
puede serme útil.
¿A quién recurriréis en busca de ayuda si no a aquél que es más fuerte que vosotros?