El comportamiento perfecto
Puede que el comportamiento perfecto sea tan difícil de alcanzar como el perfecto cambio de marchas cuando conducimos un automóvil.
Pero es un ideal necesario que se le recomienda a todos los hombres por la naturaleza misma de la máquina humana.
Del mismo modo el cambio de marchas perfecto es un ideal recomendado a todos los conductores por la naturaleza misma de los coches.
Sin duda la perfección aritmética es un ideal; es verdad que cometeremos algún error en ciertos cálculos.
Pero no hay nada de extraordinario en intentar ser exactos en todos los pasos de todas las cuentas.
Sería una estupidez no intentarlo, ya que cualquier error nos causará problemas más adelante.
La moral, pues, parece ocuparse de tres cosas.
- La primera, de la justicia y la armonía entre los individuos.
- La segunda, de lo que podríamos llamar ordenar o armonizar lo que acontece en el interior de cada individuo.
- Y la tercera, del fin general de la vida humana como un todo: aquello para lo que el hombre ha sido creado; el rumbo que debería seguir toda la flota.
Tal vez os hayáis dado cuenta de que las personas modernas están casi siempre pensando en la primera cosa y olvidándose de las otras dos.
Cuando se dice en los periódicos que intentamos alcanzar pautas morales cristianas, generalmente quieren decir que nos esforzamos por alcanzar la solidaridad y la justicia entre las naciones, las clases y los individuos; esto es, están pensando sólo en la primera cosa
¿De qué sirven las reglas de comportamiento social si sabemos que, de hecho, nuestra codicia, nuestra cobardía, nuestro mal carácter y nuestra vanidad van a impedirnos que las cumplamos?
No quiero decir ni por un momento que no deberíamos pensar, y pensar mucho, en mejorar nuestro sistema social y económico.
Lo que quiero decir es que todos esos pensamientos se pueden quedar en agua de borrajas.
Nada conseguirá que ningún sistema funcione correctamente, salvo el valor y la generosidad de los individuos.
No se puede hacer buenos a los hombres por ley, y sin hombres buenos no es posible una sociedad buena.
Por eso debemos pasar a la segunda cosa: la moralidad dentro del individuo.
Fin
Fuente: C.S. Lewis, Mero cristianismo