El cielo

La mayoría de nosotros encuentra muy difícil desear el cielo, salvo si esto significa volver a encontrarnos con nuestros amigos que han muerto.

Una de las razones de esta dificultad es que no hemos sido entrenados: toda nuestra educación tiende a fijar nuestras mentes en este mundo.

Otra de las razones es que cuando el verdadero deseo del cielo está presente en nosotros no lo reconocemos.

Hay toda clase de cosas en este mundo que ofrecen darnos precisamente eso, pero no acaban de cumplir su promesa.

Hay dos maneras equivocadas de tratar con este hecho, y una correcta.

1) La manera del necio.--Le echa la culpa a las cosas en sí.

La mayor parte de los ricos aburridos e insatisfechos de este mundo pertenecen a este grupo.

Pasan su vida entera de mujer en mujer (a través de los juzgados de divorcio), de continente en continente, de afición en afición, pensando siempre que lo último es por fin lo verdadero

Siempre desilusionados.

2) La manera del hombre práctico desencantado. - Este pronto decide que todo ha sido un espejismo.

Uno se siente así cuando es joven.

Pero cuando se llega a mi edad ya se ha renunciado a las ilusiones.

Se sosiega y aprende a no esperar demasiado.

Esto es una manera mucho mejor que la primera, y hace que un hombre sea mucho más feliz, y mucho menos molesto para la sociedad.

Sería la mejor actitud que podríamos adoptar si el hombre no viviera para siempre.

Pero supongamos que la felicidad infinita está realmente ahí, esperándonos.

En ese caso sería una lástima descubrir demasiado tarde (un momento después de la muerte) que hemos reprimido en nosotros la facultad de disfrutarla.

3) La manera cristiana.--El cristiano dice: Las criaturas no nacen con deseos a menos que exista la satisfacción de esos deseos.

Si encuentro en mí mismo un deseo que nada de este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fui hecho para otro mundo.

Si ninguno de mis placeres terrenales lo satisface, eso no demuestra que el universo es un fraude.

Probablemente los placeres terrenales nunca estuvieron destinados a satisfacerlos, sino sólo a excitarlos, a sugerir lo auténtico.

Si esto es así, debo cuidarme

1. de no despreciar nunca estas bendiciones terrenales, y

2. de no confundirlos con aquello otro de lo cual estos son una especie de copia, o eco, o espejismo

Debo mantener vivo en mí mismo el deseo de mi verdadero país, que no encontraré hasta después de mi muerte

Debo hacer que el principal objetivo de mi vida sea seguir el rumbo que me lleve a ese país y ayudar a los demás a hacer lo mismo.

No hay necesidad de preocuparse por los bromistas que intentan ridiculizar la idea del Cielo cristiano

La respuesta a esas personas es que si no pueden comprender libros escritos para personas mayores no deberían hablar de ellos.

Toda la imaginería de las Escrituras (arpas, coronas, oro, etc.) es, por supuesto, un intento meramente simbólico de expresar lo inexpresable.

La gente que toma estos símbolos literalmente bien puede creer que cuando Cristo nos dijo que fuéramos como palomas quería decir que debíamos poner huevos.

Fin

Fuente: C.S. Lewis, Mero cristianismo