Dios creó seres con libre albedrío

Eso significa criaturas que pueden acertar o equivocarse.

Algunos creen que pueden imaginar una criatura que fuese libre pero que no tuviera posibilidad de equivocarse;

yo no.

Si alguien es libre de ser bueno también es libre de ser malo.

Y el libre albedrío es lo que ha hecho posible el mal.

¿Por qué, entonces, nos ha dado Dios el libre albedrío?

Porque el libre albedrío, aunque haga posible el mal, es también lo único que hace que el amor, la bondad o la alegría merezcan la pena tenerse.

Un mundo de autómatas -de criaturas que funcionasen como máquinas- apenas merecería ser creado.

La felicidad que Dios concibe para sus criaturas más evolucionadas es la felicidad de estar libre y voluntariamente unidas a Él y entre sí.

Y para ello deben ser libres.

Cuando hemos comprendido lo del libre albedrío nos damos cuenta de la necedad que es preguntar, como alguien me preguntó una vez: ¿Por qué hizo Dios a una criatura de tan mala pasta que salió mal?

Cuanto mejor sea la pasta de la que está hecha una criatura -cuanto más inteligente, más fuerte y más libre sea esa criatura- mejor será si sale bien y peor será si sale mal.

El combustible con el que nuestro espíritu ha sido diseñado para funcionar es Dios mismo. No hay otra cosa.

Esa es la razón por la que no sirve de nada pedirle a Dios que nos haga felices a nuestra manera sin molestarnos con la religión.

Dios no puede darnos paz ni felicidad aparte de Él, porque no existen. No existe tal cosa.

Se gasta una tremenda energía, se construyen civilizaciones, se pergeñan excelentes instituciones, pero cada vez algo sale mal.

Acaban por llegar a la cima las gentes crueles y egoístas y todo se desploma en la miseria y en la ruina.

De hecho, la máquina se rompe. Parece empezar bien, consigue avanzar unos cuantos metros, y luego se rompe.

Porque intentan que funcione con el combustible equivocado.

Fin

Fuente: C.S. Lewis, Mero cristianismo