La caridad y el afecto
La caridad cristiana puede parecer algo muy frío a la gente que piensa en el sentimentalismo
La caridad es bastante distinta del afecto pero conduce, sin embargo, al afecto.
La diferencia entre un cristiano y un hombre mundano no es que el hombre mundano sólo siente afectos o simpatías y el cristiano sólo siente caridad.
El hombre mundano trata a ciertas personas amablemente porque le gustan.
El cristiano intenta tratar a todo el mundo amablemente
Además se encuentra gustando cada vez de más gente, incluyendo personas que al principio jamás se hubiera imaginado le gustarían.
Cuanto más crueles seamos, más odiaremos.
Cuanto más odiemos, más crueles nos volveremos.
Así sucesivamente en un círculo vicioso para siempre.
Se les dice que deben amar a Dios.
Y no pueden hallar ese sentimiento en sí mismos.
¿Qué deben hacer?
La respuesta es la misma que antes.
Comportaos como si lo amarais.
No intentéis fabricar sentimientos.
Preguntaos: Si yo estuviera seguro de amar a Dios, ¿qué haría?
Cuando hayáis encontrado la respuesta, id y hacedlo.
Pensar en el amor de Dios por nosotros es algo mucho más seguro que pensar en nuestro amor por Él.
Nadie puede experimentar sentimientos devotos en todo momento.
Los sentimientos no son lo que a Dios le importa más.
El amor cristiano, ya sea hacia Dios o hacia el hombre, es un asunto de la voluntad.
Si intentamos hacer Su voluntad estamos obedeciendo el mandamiento: Amarás al Señor tu Dios.
Dios nos dará sentimientos de amor si le place.
No podemos crearlos por nosotros mismos, y no debemos exigirlos como un derecho.
Pero lo más importante que debemos recordar es que, aunque nuestros sentimientos vienen y van, el amor de Dios por nosotros no lo hace.
Dios no se fatiga por nuestros pecados o nuestra indiferencia.
Fin
Fuente: C.S. Lewis, Mero cristianismo