La simpatía
Caridad significa amor en el sentido cristiano.
Pero el amor, en el sentido cristiano, no significa una emoción.
Es un estado, no de los sentimientos, sino de la voluntad.
La caridad es el estado de la voluntad que naturalmente tenemos acerca de nosotros mismos.
Y debemos aprender a tener acerca de los demás.
Nuestro amor por nosotros mismos no significa que nos gustemos a nosotros mismos.
Significa que deseamos nuestro propio bien.
Del mismo modo, el amor cristiano (o la caridad) por nuestros prójimos es algo muy diferente de la simpatía o el afecto.
Nos gustan o apreciamos a algunas personas y no a otras.
Es importante comprender que esta simpatía natural no es ni un pecado ni una virtud.
Lo que hacemos con esta simpatía natural es o pecaminoso o virtuoso.
Una simpatía o un afecto natural por la gente hace que sea más fácil ser caritativos con ellos.
Debemos alentar nuestros afectos, gustar de la gente tanto como podamos.
Este afecto no es en sí mismo la virtud de la caridad, pero la ayuda.
Es necesario mantener una atenta vigilancia en caso de que nuestra simpatía por una persona en particular nos vuelva menos caritativos, o incluso injustos, con alguien más.
Incluso hay casos en los que nuestra simpatía interfiere con nuestra caridad por la persona que nos es simpática.
Por ejemplo, una madre amante, llevada por su afecto natural, puede sentirse tentada de malcriar a su hijo.
Podría gratificar sus propios impulsos afectuosos a costa de la auténtica felicidad de la criatura más adelante.
Fin
Fuente: C.S. Lewis, Mero cristianismo