España ocupa el puesto número 12 en el ranking mundial de consumo de pornografía, habiendo subido un puesto en este pasado 2017. Según las estadísticas, el 80% de los varones consume pornografía, porcentaje que se queda en el 40% en el caso de las mujeres. Y la edad media del inicio del consumo se sitúa en los once años.
Estos son los datos que ofrece Alejandro Villena, psicólogo y coordinador de la Unidad de Sexología Clínica de la consulta de Carlos Chiclana, que confirma que “nos encontramos con un gran consumo de pornografía en España”.
“Hay un problema muy real de adicción a la pornografía”, añade el neuropsicólogo Nacho Calderón, director del Instituto de Neuropsicológica y Psicopedagogía Aplicadas (INPA), que, sin embargo, considera que “es un tema realmente tabú”.
Religión en Libertad ha preguntado a estos dos expertos sobre un problema de dimensiones todavía desconocidas pero donde se están empezando a ver las primeras consecuencias de una 'epidemia' de adicción. Esta además genera graves secuelas personales, familiares y también sociales, pues la pornografía está pervirtiendo la concepción de la sexualidad llevándola incluso a extremos donde se normaliza la violencia.
El consumo es generalizado pero no se habla demasiado de ello. Nacho Calderón afirma que se mantiene un “silencio” pese a que la sociedad se tilda de moderna y sin prejuicios donde "cada uno pueda hacer lo que quiera, pero la realidad es que el hecho de que la esposa, la hija, la suegra o la madre sepa que está consumiendo pornografía de manera habitual no se considera como un uso legítimo de la libertad y por eso muchos permanecen en silencio”.
Pero esta realidad silenciosa está estallando. Alejandro Villena tiene en su consulta cada vez más casos relacionados con el consumo de pornografía y en la Asociación Dale una Vuelta, especializada en esta esta adicción, donde actúa como experto asesor, responde cada vez más peticiones de ayuda de personas que se ponen en contacto para intentar vencer este problema.
“Vemos un perfil de personas que cumplen los criterios de una adicción comportamental, tanto en la tolerancia, donde cada vez necesita una mayor cantidad de pornografía, la sofistican más o cada vez necesitan una pornografía más agresiva”, relata Villena.
Explica casos donde se da el síndrome de abstinencia, y muchos casos en los que hay patologías psiquiátricas de base como trastornos de ansiedad, depresión, etc.
Pero otros muchos, agrega el neuropsicólogo Calderón, han llegado a esta adicción tras empezar “por puro cotilleo, por saciar una curiosidad, ver qué es esto. Como la imagen produce una satisfacción inmediata, esa curiosidad ha dado muchísimo placer, lo que va haciendo es aumentar el consumo a base del uso repetido y de la satisfacción repetida”.
Como ocurre con otras adicciones como al alcohol, las drogas o al juego, con la pornografía se dan patrones similares. “Va aumentando el umbral que se necesita para el placer”, agrega este neuropsicólogo, que explica dos puntos: “por un lado, los adictos necesitan diferentes imágenes, lo que hoy le excita mañana no le es suficiente y tiene que buscar algo distinto, ampliando a contenidos cada vez más raros. Y por otro lado, lo que al principio satisfacía con 10 minutos de pornografía puede pasar a estar 4, 5 o incluso seis horas consumiendo pues no pueden parar”.
La frase que ha escuchado en numerosas ocasiones es: “no podía dejarlo”. Esta confesiónes para Calderón “una adicción en toda regla donde la persona deja de ser dueña de sus actos y se convierte en un monigote de la adicción y hace aquello que la adicción le exige”.
Sobre esta evolución del consumo pornográfico, Alejandro Villena habla de algo “progresivo”. Algunos de sus pacientes, cuenta, “empezaron con un vídeo de una relación más ‘soft’, y cada vez necesitaban más, algo más ‘hard’, más agresivo, para que les produjera una excitación mayor, y a veces esto significa también disminuir la edad. He visto a personas que simplemente decían: ‘para excitarme más necesito a personas más jóvenes’. Lo decían como algo natural, como el siguiente paso a dar, y el próximo fuera o subir en agresividad o bajar en edad. Y esto es algo peligroso”.
Precisamente, este consumo masivo de pornografía puede provocar un cambio en las conductas sexuales y en la percepción de cómo debe ser la sexualidad, queriendo llevar a la práctica lo que se ve en la pantalla. Y la realidad es que en la pornografía hay violencia, coerción, cosificación, despersonalización y prácticas que no se ajustan a la realidad. Esto está haciendo ya mella en la sociedad.
El asesor clínico de Dale una Vuelta considera que el discurso de que todo vale, y de que en la sexualidad todo vale está “normalizando y banalizando la agresión contra la mujer y en la pornografía hay categorías específicas de degradación, humillación y violación, categorías que además tienen muchísimas visitas”.
Uno de los temas que investigan los expertos es la relación que pueda existir entre el consumo de la pornografía y los casos de violencia, acoso, etc. “Cuanta de la violencia sexual que se exhibe en la pornografía es llevada a la vida diaria es un gran misterio. Que conductas aberrantes se les pide a las mujeres, sí. Que llegue a la violencia estoy seguro, pero no podemos decir a día de hoy en qué grado”, explica Nacho Calderón.
Aunque sí cree que existe “una correlación entre el uso y el abuso de la pornografía y la exigencia de que nuestras conductas sexuales reflejen eso”.
Alejandro Villena cree que no existe una causa-efecto entre pornografía y ejercer violencia sexual, y que existen también otras variables a tener en cuenta. Pero también añade que “si todo el día estoy leyendo novelas de historia, aprenderé de historia. Si todo el día estoy viendo vídeos pornográficos agresivos, eso en cierta medida deja un poso en mí por lo que inevitablemente me influye en la manera en la que entiendo la sexualidad y la relación personal”.
Este psicólogo habla de posibles factores biológicos, genéticos, de personalidad, el ambiente en el que uno ha crecido, si ha sido abusado de niño… Y destaca uno particular, el apego, “la manera en la que aprendo a vincularme con las personas desde pequeño” utilizando la base de una figura de referencia, que suelen ser los padres. Asegura que muchos estudios muestran que las personas que tienen un “apego inseguro” tienen más problemas de adicción a la pornografía.
Si a todas estas variables, agrega Villena, se añade que muchas personas han aprendido sobre la sexualidad a través de la pornografía con contenido altamente agresivo y humillante, “ahí está el pack completo”.
Los adictos, pero también las personas que consumen pornografía habitualmente, añade Calderón, “no ven a la mujer como otra cosa que un mero objeto sexual”. Es lo que se llama cosificación, pero que él prefiere denominar “despersonalización”, pues para el que consume pornografía “la mujer ya no es una persona, le ha quitado la esencia”.
El director de INPA recuerda que desde Freud se ha asegurado que la represión sexual era la causa de las patologías sexuales y que esto acabaría con la libertad sexual. Lo cierto es que ahora, en el que todo vale mientras haya consentimiento, no sólo no se han eliminado las patologías sexuales sino que se han disparado porque “es terriblemente adictiva”.
Las consecuencias pueden ser nefastas también en la persona y en la familia. Nacho Calderón cuenta que al adicto “le va costando poco a poco encontrar satisfacción fuera de la pornografía por lo que su esposa deja de tener sentido”, va “rechazándola, pues cada vez la necesita menos” y esto acaba hundiendo el matrimonio.
Villena asegura que tiene personas en consulta que “no pueden excitarse con sus parejas porque creen que la sexualidad es lo que han aprendido en la pornografía y cuando van a tener una relación sexual con una persona real no pueden, no se excitan”.
El problema de la pornografía es especialmente grave entre los niños y adolescentes puesto que su consumo es masivo en estas edades y es la referencia que tienen en muchos casos sobre la sexualidad.
“La pornografía es su primera introducción a la sexualidad y creen que es lo habitual. Como es lo que ven debe ser posible de manera cotidiana y es lo que esperan de sus parejas sexuales. Esperan replicar en la vida real lo que han visto en la pantalla. Entonces, tienen unos altos niveles de exigencia sexual y además unas conductas sexuales que muchas veces no son adecuadas ni posibles”, añade este neuropsicólogo.
La expansión de internet y la posesión por parte de los niños y adolescentes de dispositivos móviles es “un arma con una bala en la recámara”. “Es dar las llaves de un coche a un menor de edad para que vaya a donde quiera. Aún no tiene juicio suficiente para viajar por sí solo. Realmente dar un dispositivo con acceso libre a internet es darles un arma cargada”, agrega Nacho Calderón.
religionenlibertad.com 19 abril 2018
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