La colina de las cruces está situada a doce kilómetros al norte de la ciudad industrial de Siauliai y se ha convertido en el gran lugar de peregrinación del pueblo lituano. De hecho, en este importante enclave se ha manifestado la cruz como gloriosa y ha servido como un espaldarazo para el pueblo lituano en sus momentos de mayor dificultad.
Y ha sido precisamente siempre en los momentos más convulsos cuando la colina de las cruces se ha erigido como el gran faro de los creyentes. La cruz ha guiado y dirigido al pueblo hacia Cristo y su madre la Virgen.
Desde hace siglos, la colocación de cruces en esta colina ha representado la resistencia pacífica de los católicos hacia la opresión. Experimentó un auge en el siglo XIX cuando en una rebelión campesina contra el Zar, éste no permitió a las familias honrar a sus muertos. Colocaron cruces en su honor pese a la oposición de las autoridades. Poco a poco el número de cruces y el tamaño de éstas iban creciendo paulatinamente.
Sin embargo, este ejemplo de resistencia se mostró de manera más clara durante la ocupación soviética y la represión del régimen comunista hacia los cristianos. Cuando Lituania fue anexionada a la URSS la colina de las cruces ya era un lugar sagrado para los lituanos. Miles de cruces llenaban la pequeña montaña.
Evidentemente la Unión Soviética no podía permitir que la cruz brillase por lo que se empeñó en destruir cualquier atisbo de cristianismo. Y esta colina representaba un desafío a su poder y un problema de orden público.
En aquel momento, la URSS deportó a una quinta parte de los lituanos a Siberia e instauró un férreo sistema ateísta que pretendía arrancar la fe del alma de este pueblo. Por ello, los lituanos se agarraron a la fe y convirtieron esta colina como un signo de su lucha por conservar lo más profundo de su ser.
Pese a la ocupación soviética y la prohibición de colocar cruces, poco a poco la colina iba teniendo cada vez más. De noche y de manera sigilosa conseguían colocarlas en aquel lugar sacro.
La KGB, irritada ante esta manifestación de fe decidió el 5 de abril de 1961 arrasar con el lugar. Aquel día bulldozers soviéticos destruyeron todas las cruces. Las de madera fueron quemadas, las de metal se utilizaron como chatarra y las de piedra fueron troceadas y enterradas. Con esto creían que habían vencido pero se equivocaron y mucho.
Para gran sorpresa de la inteligencia soviética a la mañana siguiente una especie de milagro había ocurrido. La colina volvía a amanecer repleta de cruces. Los lituanos volvieron de noche y de manera cuidadosa y sigilosa plantaron de cruces la colina.
Ni las amenazas ni las detenciones pudieron parar esta motivación de los católicos lituanos. Sin embargo, la URSS no se dio por vencida y volvió a arrasar varias veces el lugar. Pese a estar custodiado por el Ejército y agentes de KGB, la colina amanecía de nuevo repleta de cruces.
Ante estos inesperados fracasos, las autoridades soviéticas probaron con otras estratagemas. En una ocasión las destruyeron alegando la falta de valor artístico, en otras alertaron de varias epidemias en la zona que impedían acercarse a las colinas e incluso llegaron a bloquear las carreteras.
En vano. No pudieron apagar la manifestación de fe del pueblo lituano. Cada vez que las cruces eran destruidas, aparecían más; cuando el Ejército bloqueaba los accesos inexplicablemente los vecinos se las ingeniaban para introducir enormes cruces en el lugar. Incluso, la URSS en 1978 trató de anegar de agua el lugar y hundirlo acabando así con la colina. Tampoco lo consiguieron.
El culmen de esta expresión de fe se produjo en 1979 cuando un sacerdote se atrevió a desafiar al régimen comunista y fue en procesión hasta allí junto a toda la parroquia.
Finalmente, la KGB se dio por vencida y dejó en paz la colina de las cruces pues su odio a la fe alimentaba aún más el amor a Cristo de los lituanos. Así, el lugar descansó tranquilo hasta la caída de la URSS, lo que supuso el fin de la tiranía convirtiendo este lugar en el gran santuario de Lituania.
Miles de cruces de todos los tamaños y tipos permanecen allí. Por los mártires, por familiares, por intenciones o simplemente como agradecimiento a Dios. Las hay de todos los tipos y tamaños. Las que van de varios metros de altura a las que apenas suponen un par de centímetros.
En 1993 el Papa Juan Pablo II visitó este lugar y lo dio a conocer al mundo entero. Quedó impresionado por esta enorme manifestación de fe y conmovido al hallar una gran cruz clavada en 1981, en plena dictadura, tras sufrir el atentado y que tenía inscrito: “Cristo ten piedad del Papa, Lituania te lo suplica de rodillas”.
Tras volver a Roma de este viaje dijo en la Audiencia pública que “el encuentro en la colina de las cruces fue una experiencia conmovedora. Ese lugar nos recuera que continuamente el hombre ‘completa lo que falta a las tribulaciones de Cristo’, según las palabras de San Pablo. Después de esa visita, a todos nosotros nos parecía más clara la verdad que expresó el Concilio Vaticano II, a saber, que el hombre no puede comprenderse profundamente a sí mismo sin Cristo y sin su cruz".
Tan impresionado quedó Juan Pablo II con esta visita que un año después durante una visita a un monasterio franciscano en Italia, el Papa alentó a los hermanos a construir un monasterio en la colina de las cruces. En 2000 quedó consagrado y allí hay ahora un noviciado y una casa de retiro. Además, se está preparando la instalación de un convento de clarisas cerca de aquel santuario.
religionenlibertad.com 21 septiembre 2013
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