“La persecución silenciosa es la más peligrosa”. Así se manifiesta Javier Fariñas Martín (Madrid, 1972), un espectador asiduo de las penurias por las que tienen que pasar numerosas personas en el mundo por su condición de cristianos.
Arabia Saudí, China, India, Paquistán, Egipto o Argelia, la lista de países que discriminan a las comunidades católicas simplemente por querer ejercer su fe es interminable. Fariñas lo tiene claro: “hay que denunciar una y otra vez, sin descanso, la vulneración sistemática de derechos que nuestros hermanos sufren tan solo por creer en Dios”.
Este doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid concilia su labor como profesor de Escritura para los Medios de Comunicación en la Universidad San Pablo-CEU con la responsabilidad de comunicar las iniciativas de Ayuda a la Iglesia Necesitada en España desde enero de 2003.
Fariñas es el padre de una familia de dos hijos y ha concedido esta entrevista a ForumLibertas.com en el mes en el que el Papa Benedicto XVI ha dedicado la intención misionera a los cristianos perseguidos.
Las intenciones del Santo Padre para abril están haciendo posible que durante este mes en todo el mundo se rece por los cristianos perseguidos. Sin embargo, este hecho no debe silenciar la preocupación que dentro de la Iglesia, y a lo largo de la Historia, existe por nuestros hermanos que, con valentía, testimonian a Cristo en medio de las dificultades. No tiene que producirse un agravamiento de la persecución para que recemos por los perseguidos. Sin embargo, para los que confiamos en el poder de la oración, este mes es una gran oportunidad para reafirmarnos en esta obligación que tenemos como cristianos.
La reflexión sería compleja. Los testimonios que conocemos en países donde la fe está perseguida ponen ante nuestros ojos, de forma nítida, el testimonio casi heroico (y a veces heroico hasta el martirio), de aquellos que con su vida hacen presente a Jesús en sociedades hostiles. Son vidas sin miedo a proclamar un ‘creo en Dios’ rotundo, sin rodeos, sin tener en cuenta las consecuencias. Aquí, incluso en nuestra vida cotidiana, tendemos a medir demasiado las consecuencias de nuestros actos, de nuestras palabras, incluso de nuestras omisiones.
Si nuestros hijos no pudieran estudiar porque somos católicos, ¿proclamaríamos abiertamente nuestra fe? Si tuviéramos dificultades para acceder a un empleo público, ¿iríamos a misa todos los domingos? Si nos racionaran los alimentos por seguir a Jesús, ¿pasaríamos hambre por ello? Los católicos en Palestina son discriminados y hostigados por ser católicos y por ser árabes. A pesar de ello, quieren seguir viviendo su fe allí, en el lugar en el que Jesús se entregó por todos nosotros.
La labor que realiza una institución como la nuestra con los católicos perseguidos a causa de su fe se centra, en primer lugar, en el acompañamiento, la escucha y la cercanía que podemos ofrecer a aquellos que sufren a causa de su fe. A partir de ahí, debemos aportar lo que somos y lo que hacemos para reparar (anímica, espiritual y, también, físicamente) aquello que ha quedado dañado por la persecución. Y, desde luego, dárselo a conocer a la opinión pública. Una de las formas que tenemos es la edición bienal del Informe sobre Libertad Religiosa, que editamos desde hace casi una década, y que publicaremos en otoño de este año. En este informe, apoyándonos en la información difundida en medios de comunicación de todo el mundo, analizamos país por país cómo evoluciona la libertad religiosa en el mundo. Los datos, desde luego, son elocuentes, ya que más de 300 millones de personas en el mundo sufren persecución, discriminación u hostigamiento a causa de su fe. Es, probablemente, el colectivo más numeroso en todo el mundo que se ve atacado por querer mantener su identidad.
Es muy difícil generalizar, porque los fundamentalismos y extremismos evolucionan de distinta forma y, sobre todo, surgen por motivaciones diferentes. En algunos casos el origen del extremismo es político, en otros, cultural. Hay ocasiones en las que la propia situación económica o determinados conflictos bélicos son capaces de provocar un recrudecimiento de la hostilidad hacia los cristianos. Sin embargo, hay un nexo común a todos ellos: en cualquier lugar del planeta la Iglesia Católica promueve los derechos humanos, la justicia, la igualdad, la dignidad de la mujer, el valor de la vida... Y esa defensa implacable de la dignidad del hombre contrasta con los deseos de aquellos que ostentan el poder.
El trabajo de Ayuda a la Iglesia Necesitada se sustenta sobre un triple pilar: la oración, la caridad y la información. Las tres son igual de importantes. En lo que respecta a mi responsabilidad en el Departamento de Comunicación de la institución, estamos convencidos de que hay que denunciar una y otra vez, sin descanso, la vulneración sistemática de derechos que nuestros hermanos sufren, repito de nuevo, tan solo por creer en Dios.
La intolerancia religiosa no es un fenómeno aislado. En aquellos países en los que hay persecución religiosa, contra cristianos o contra fieles de otras confesiones, se suelen vulnerar o conculcar otros derechos, como la libertad de expresión. Allí donde no hay libertad, en el sentido amplio de la palabra, allí se persigue o dificulta la vida espiritual de los ciudadanos. ¿Qué responsabilidad tienen los gobiernos? En ninguna constitución aparece indicación alguna que “invite” a perseguir a alguien a causa de su fe. Al contrario, garantizan la libertad religiosa de los individuos que viven en su país. Ésa es la teoría. La práctica, en demasiadas ocasiones, desmiente lo que las palabras reflejan sobre el papel. En este sentido habría que pedir que las autoridades locales utilicen los instrumentos legales para garantizar que cada individuo pueda desarrollar su vida de fe en libertad y sin presiones.
Las formas de persecución no se limitan a la violencia física. Incluso, me atrevo a indicar que la persecución silenciosa es la más peligrosa por eso mismo, por no trascender a la opinión pública. La persecución religiosa, poco a poco, va entrando en la agenda de los medios de comunicación. Comienza a ser habitual a grandes medios hacerse eco de ataques contra determinados colectivos religiosos. Sin embargo, la discriminación, el insulto o el desprecio no merecen titulares, ni fotos, ni espacio en los medios de comunicación. Todavía hoy hay niños a los que los profesores obligan, en medio de la clase, a reírse de sus compañeros tan solo por ser católicos.
En la última actualización del Informe sobre Libertad Religiosa aparecen trece países donde la persecución a los cristianos es especialmente dura. Aquí aparecen naciones como Arabia Saudí, China, India, Paquistán, Egipto o Argelia. De estos países, la situación que durante un año largo ha vivido India – en especial en el Estado de Orissa- ha sido, posiblemente, la que ha tenido mayor repercusión mediática. Sin embargo, todavía hoy, buena parte de la comunidad católica sufre, sin el foco de los medios, las consecuencias de aquello. Gente que todavía vive en la selva, gente que no tiene hogar; personas que siguen teniendo miedo pero que no reniegan de su derecho a vivir la fe en su tierra.
http://www.forumlibertas.com 21/04/2010
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