Ver en PDF (A5) Descargar PDF (A4) Descargar EPUB

 

Mucho más
extraordinario
que los demás
Sacramentos

Sobre la Eucaristía

Año Santo de la Misericordia

Colección +breve
Más títulos en masclaro.org/+breve

El agua es solamente agua

Es muy extraordinario que unas pocas gotas de agua, que apenas si serían suficientes para lavarte la cara, puedan lavarte de todos tus pecados; sin embargo, esto es lo que, de hecho, ocurre con el Bautismo.

Pero en el Sacramento de la Sagrada Eucaristía, el Pan y el Vino no son el pan y el vino de antes de la Consagración. Algo les ha sucedido, se han convertido en realidades diferentes. Este Sacramento es mucho más extraordinario que todos los demás Sacramentos

Es muy extraordinario que una o dos gotas de aceite puedan dar fuerzas al hombre para soportar la llegada de la muerte, sin embargo, ése es el efecto de la Unción de los Enfermos. En el Bautismo, el agua es solamente agua; en la Unción, el aceite es sólo aceite.

Lo contrario del espejo

La presencia de Nuestro Señor en la Sagrada Eucaristía es exactamente lo contrario de lo que es tu presencia en el espejo. Cuando te peinas delante del espejo, lo que ves en él, esa persona que está delante de ti, tiene el mismo aspecto que tú, pero no tiene realidad; se te parece, pero no eres tú.

Cuando miras la Sagrada Hostia, ves algo que no tiene el aspecto de Jesucristo, pero sí tiene Su realidad; no se parece a Él, pero es Él

La sustancia que hay debajo de la apariencia del pan y la apariencia del vino deja de existir a partir de la Consagración; en su lugar está la presencia de Jesucristo.

Todos estamos con Él

Cuando comulgamos recibimos a Jesucristo. Entra directamente en nosotros, nos une corporalmente con Él. ¿Por qué lo hace?* Lo hace para que el Amor de Dios crezca dentro de nuestras almas.

  • Lo hace para hacernos menos inclinados hacia los placeres y las preocupaciones mundanas.
  • Lo hace con el fin de darnos fuerzas contra los asaltos de la tentación, del mismo modo que el alimento corporal nos da fuerzas para resistir los ataques de la enfermedad.
  • Pero hay un motivo especial. Él viene a cada uno de nosotros, para que nos demos cuenta de que ha venido a todos nosotros. Estamos todos unidos a Él, y por eso estamos todos unidos mutuamente.

El hecho de que en la Eucaristía la substancia del pan y la substancia del vino desaparezcan y en su lugar se ponga la realidad de Jesucristo —esto es la Transubstanciación— hace que cada uno de nosotros nos unamos a una misma Persona; es más, nos convirtamos en una Persona en Cristo

Cuando recibes la Sagrada Eucaristía, no has recibido algo exactamente igual que lo que ha recibido esa otra persona; has recibido la misma cosa que ella, el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo. No es como si hubieses recibido tú una parte de Jesucristo y ella otra. Cada una de las dos ha recibido a Cristo entero, cada una de las dos se ha convertido en parte de Él, al hacerse Él parte de cada una de ellas.

Cuanto antes mejor

La mayor parte de los Sacramentos, y lo decimos sin intención de ser irreverentes, son transacciones; lo haces porque hay que hacerlo. Cuando te vas a confesar, por ejemplo, entras sintiéndote culpable y quieres salir sintiéndote inocente; y cuanto antes mejor.

Igual sucede con los demás Sacramentos; el Bautismo dura mucho tiempo y todo el mundo allí presente quiere que termine cuanto antes. La mente de la Iglesia con respecto a los Sacramentos es: «Si se ha de hacer, más vale que se haga cuanto antes».

Nuestro Señor se dejó colgar en una Cruz durante tres horas, se ofreció como sacrificio; en cualquier lugar y en cualquier momento que se celebra la Misa, se renueva esa acción

Pero con la Sagrada Eucaristía todo es diferente. Porque es realmente parte de la Misa, y la Misa no es una mera transacción. La Misa no es solamente un Sacramento, sino también un Sacrificio.

Cuando un compositor escribe una canción, en cierto sentido, podríamos decir que ya la ha terminado, ahí está la melodía, acabada y completa. Pero la gente puede interpretar una y otra vez, día tras día, esa canción, y al hacerlo se renueva constantemente.

De una manera mucho más profunda, eso es lo que sucede con el sacrificio de Nuestro Señor en el Calvario: en cierto modo, todo se completó allí; ahí está el sacrificio acabado. Pero los sacerdotes, al celebrar la Misa, día tras día, renuevan ese sacrificio al repetirlo una y otra vez. Y cada vez que esto sucede, queremos estar allí, junto al sacerdote, en ese acto espléndido de adoración a Dios. No es algo que tenemos que hacer, sino algo que queremos hacer.

Este sacrificio, mío y vuestro

La Misa es una acción en común, lo hacemos todos juntos: «orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios Todopoderoso». Ese sacrificio es, efectivamente, mío y vuestro, pero ciertamente no tendréis Misa sin sacerdote. Pero es un sacrificio tanto vuestro como del sacerdote.

La Misa no es el sacrificio que ofrecen en común las personas que asisten a ella. Es el sacrificio de la Iglesia entera

En la Misa, rezamos por el Papa, por nuestro Obispo y por los demás cristianos que observamos la Fe Católica y Apostólica. A continuación, rezamos por todos los difuntos que descansan en Cristo. Nos unimos a Nuestra Señora, los Apóstoles y un montón de Santos más. Así que, una vez más, nos encontramos unidos a los vivos y a los muertos. Oímos el murmullo de la oración de la Iglesia, oración que forma parte de la nuestra, y la nuestra forma parte de ella.

Acompañar

A medida que crece la fe y la caridad, se descubre la necesidad de vivir pendientes del Señor en el Sagrario, que llega a ser el centro de nuestra vida

Todo lo que se refiere a la Eucaristía, hemos de cuidarlo con cariño; y al Señor, que está realmente presente en los Sagrarios de todas nuestras Iglesias, no debe faltarle nuestra compañía. Es una hermosa costumbre la de visitar al Señor en el sagrario en algún momento durante el día.

Fuente: Ronald A. Knox, El Credo a cámara lenta


Enviar comentarios

 

 

Espíritu Santo Iglesia Jesucristo Juan Pablo II Magisterio de la Iglesia Misa Romano Pontífice Virgen aborto abuso adicción adoración afectividad agnosticismo alegría amar amistad amor amor a Dios amor de Dios ansiedad anticoncepción apostolado arrepentimiento atentado ateísmo autenticidad avaricia ayuno bautismo bioética budismo calumnia cancer caridad cariño carácter castidad catequesis catástrofe celibato cielo ciencia ciudadanía clonación coherencia comprensión compromiso comunicación comunismo comunión de los santos comunión sacramental conciencia confesión confianza conocimiento propio consejo contemplación conversión convivencia corredentores corrupción creación creer crisis cruz cuaresma cuidados paliativos cultura curación deber debilidad humana demonio depresión descanso desprendimiento dificultades dignidad dirección espiritual divorcio dolor drogas educación egoísmo ejemplaridad embriones enfermedad entrega esperanza estudios eternidad eucaristía eutanasia evangelio evangelización evolución examen de conciencia existencia de Dios exorcismo expectativas familia fe fecundidad felicidad feminismo formación doctrinal fortaleza fracaso generosidad género hedonismo heroísmo heterosexualidad hijos hinduísmo humildad in vitro infancia injusticia intelectual intolerancia islam judaísmo justicia laicos libertad limosna lucha ascética mal mansedumbre martirio masonería materialismo matrimonio milagro misericordia divina moda moral cristiana muerte música noviazgo obras misericordia odio olvido de sí optimismo oración paciencia paz pecado penitencia perdón pereza persecución pesimismo piedad pobreza política pornografía presencia de Dios protestantismo providencia divina psicología recogimiento redención regreso católico relativismo responsabilidad sabiduría sacerdote sacramentos sagrada escritura santidad secuestro sentido vida serenidad servicio sexualidad sida silencio sinceridad soberbia sociedad civil soledad tecnología temor de Dios templanza teología tolerancia trabajo trinidad tristeza unción de enfermos unidad valentía verdad vida interior vida religiosa vientres de alquiler violación violencia virginidad virtudes vocación voluntad voluntad de Dios xenofobia yoga