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Sobre el perdón, la disculpa y la espera en la familia
Año Santo de la Misericordia
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La palabra «amor» es una de las más utilizadas, pero aparece muchas veces desfigurada. Por eso es valioso detenerse a precisar el sentido de las algunas de sus expresiones, para intentar una aplicación a la existencia concreta de cada familia.
Si permitimos que un mal sentimiento penetre en nuestras entrañas, dejamos lugar a ese rencor en el corazón. Lo contrario es el perdón, que se fundamenta en una actitud positiva, que intenta comprender la debilidad ajena y trata de buscarle excusas a la otra persona.
Cuando hemos sido ofendidos o desilusionados, el perdón es posible y deseable, pero nadie dice que sea fácil. La comunión familiar puede ser conservada y perfeccionada sólo con un gran espíritu de sacrificio. Exige una pronta y generosa disponibilidad de todos y cada uno a la comprensión, a la tolerancia, al perdón, a la reconciliación
Pero la tendencia suele ser la de buscar más y más culpas, la de imaginar más y más maldad, y así el rencor va creciendo y se arraiga. De ese modo, cualquier error o caída del cónyuge puede dañar el vínculo amoroso y la estabilidad familiar.
Se corre el riesgo de volverse crueles ante cualquier error ajeno. La justa reivindicación de los propios derechos, se convierte en sed de venganza.
Hace falta orar con la propia historia, aceptarse a sí mismo, saber convivir con las propias limitaciones, e incluso perdonarse, para poder tener esa misma actitud con los demás
El egoísmo, el desacuerdo, las tensiones, los conflictos atacan con violencia y a veces hieren mortalmente la propia comunión: de aquí las múltiples y variadas formas de división en la vida familiar.
Pero esto supone la experiencia de ser perdonados por Dios, gratuitamente, no por nuestros méritos. Si aceptamos que el amor de Dios es incondicional, entonces podremos amar más allá de todo, perdonar a los demás aun cuando hayan sido injustos con nosotros. De otro modo, nuestra vida en familia será un espacio de permanente tensión o de mutuo castigo.
Dañar la imagen del otro es un modo de reforzar la propia, de descargar los rencores y envidias sin importar el daño que causemos.
El amor cuida la imagen de los demás. Los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentan mostrar el lado bueno del cónyuge más allá de sus debilidades y errores. En todo caso, guardan silencio para no dañar su imagen
Muchas veces se olvida de que la difamación puede ser un gran pecado cuando afecta gravemente la buena fama de los demás, ocasionándoles daños muy difíciles de reparar.
No es la ingenuidad de quien pretende no ver las dificultades y los puntos débiles del otro, sino la amplitud de miras de quien coloca esas debilidades y errores en su contexto. Los defectos son sólo una parte, no son la totalidad del ser del otro. El otro no es sólo eso que a mí me molesta. Es mucho más que eso.
El amor convive con la imperfección, la disculpa, y sabe guardar silencio ante los límites del ser amado
No debo exigir a los demás que su amor sea perfecto. Me ama como es y como puede, con sus límites. Que su amor sea imperfecto no significa que sea falso o que no sea real. Es real, pero limitado y terreno.
Otro aspecto es la espera de quien sabe que el otro puede cambiar. Siempre espera que sea posible una maduración. No significa que todo vaya a cambiar en esta vida.
Implica aceptar que algunas cosas no sucedan como uno desea, sino que quizás Dios escriba derecho con las líneas torcidas de una persona y saque algún bien de los males que ella no logre superar
Aquí se hace presente la esperanza en todo su sentido, porque incluye la certeza de una vida más allá de la muerte. Eso nos permite, en medio de las molestias de esta tierra, contemplar a esa persona con una mirada sobrenatural, a la luz de la esperanza, y esperar esa plenitud que un día recibirá en el Reino celestial, aunque ahora no sea visible.
El amor sobrelleva con espíritu positivo todas las contrariedades. Consiste en una resistencia dinámica y constante, capaz de superar cualquier desafío.
En la vida familiar hace falta cultivar esa fuerza del amor, que permite luchar contra el mal que la amenaza. El amor no se deja dominar por el rencor, el desprecio hacia las personas, el deseo de lastimar o de cobrarse algo. El ideal cristiano, y de modo particular en la familia, es amor a pesar de todo
Palabras de Martin Luther King:
La persona que más te odia, tiene algo bueno en él;[...]. Cuando ves muy dentro de él lo que la religión llama la “imagen de Dios”, comienzas a amarlo “a pesar de”. No importa lo que haga, ves la imagen de Dios allí.
Odio por odio sólo intensifica la existencia del odio y del mal en el universo. Si yo te golpeo y tú me golpeas, y te devuelvo el golpe y tú me lo devuelves, y así sucesivamente, es evidente que se llega hasta el infinito. Simplemente nunca termina. [...] La persona fuerte es la persona que puede romper la cadena del odio, la cadena del mal
Fuente: Papa Francisco, Amoris Laetitia
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