Ver en PDF (A5) Descargar PDF (A4) Descargar EPUB
Colección +breve
Más títulos en masclaro.org/+breve
Quizá gran parte de la angustia del hombre contemporáneo deriva de eso: creer que si no somos fuertes, atractivos y guapos, entonces nadie se ocupará de nosotros
Ninguno de nosotros puede vivir sin amor. Y una fea esclavitud en la que podemos caer es la de creer que el amor haya que merecerlo.
Muchas personas hoy buscan una visibilidad solo para colmar un vacío interior: como si fuéramos personas eternamente necesitadas de confirmaciones.
Pero, ¿os imagináis un mundo donde todos mendigan motivos para suscitar la atención de los otros, y sin embargo ninguno está dispuesto a querer gratuitamente a otra persona? Imaginad un mundo así: ¡un mundo sin la gratuidad del querer!
Parece un mundo humano, pero en realidad es un infierno. Muchos narcisismos del hombre nacen de un sentimiento de soledad y de orfandad.
Detrás de muchos comportamientos aparentemente inexplicables se esconde una pregunta: ¿es posible que yo no merezca ser llamado por mi nombre, es decir ser amado? Porque el amor siempre llama por el nombre
Cuando quien no es o no se siente amado es un adolescente, entonces puede nacer la violencia. Detrás de muchas formas de odio social y de vandalismo hay a menudo un corazón que no ha sido reconocido.
No existen niños malos, como no existen adolescentes del todo malvados, pero existen personas infelices. ¿Y qué puede hacernos felices si no la experiencia del amor dado y recibido?
El primer paso que Dios da hacia nosotros es el de un amor que se anticipa y es incondicional. Dios ama primero.
Dios no nos ama porque en nosotros hay alguna razón que suscita amor. Dios nos ama porque Él mismo es amor, y el amor tiende por su naturaleza a difundirse, a donarse
Dios no une tampoco su bondad a nuestra conversión: más bien esta es una consecuencia del amor de Dios. San Pablo: «Mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros» (Romanos 5, 8).
Estábamos “lejos”, como el hijo pródigo de la parábola: «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido...» (Lucas 15, 20). Por amor nuestro Dios ha venido a encontrarnos a esta tierra. Dios nos ha querido también cuando estábamos equivocados.
¿Quién de nosotros ama de esta manera, sino quien es padre o madre? Una madre continúa queriendo a su hijo también cuando este hijo está en la cárcel.
Solamente este amor de madre y de padre nos hace entender cómo es el amor de Dios
Yo recuerdo a muchas madres, que hacían la fila para entrar en la cárcel, en mi diócesis precedente. Y no se avergonzaban. El hijo estaba en la cárcel, pero era su hijo. Y sufrían muchas humillaciones antes de entrar, pero: “¡Es mi hijo!”. “¡Pero, señora, su hijo es un delincuente!” — “¡Es mi hijo!”.
Una madre no pide la cancelación de la justicia humana, porque cada error exige una redención, pero una madre no deja nunca de sufrir por el propio hijo. Lo ama también cuando es pecador. Dios hace lo mismo con nosotros.
¿Pero puede ser que Dios tenga algunos hijos que no ame? No. Todos somos hijos amados por Dios. No hay ninguna maldición sobre nuestra vida, sino solo una bondadosa palabra de Dios, que ha creado nuestra existencia de la nada.
La verdad de todo es esa relación de amor que une al Padre con el Hijo mediante el Espíritu Santo, relación en la que nosotros somos acogidos por gracia. En Él, en Jesucristo, nosotros hemos sido queridos, amados, deseados.
¿Y cómo se hace sentir a la persona que la amas? Hacer sentir que es deseada, que es importante, y dejará de estar triste. Amor llama amor, de forma más fuerte de lo que el odio llama a la muerte
Para cambiar el corazón de una persona infeliz, ¿cuál es la medicina? ¿Cuál es la medicina para cambiar el corazón de una persona que no es feliz? El amor.
Jesús no murió y resucitó para sí mismo, sino por nosotros, para que nuestros pecados sean perdonados. Es por tanto tiempo de resurrección para todos. Sopla aquí, sobre nuestros rostros, un viento de liberación. Brota aquí el don de la esperanza. Y la esperanza es la de Dios Padre que nos ama.
Pidamos a la Virgen María que nos dejemos guiar siempre por el amor de su Hijo. Que sepamos transmitir a los demás ese amor de Dios, para que se encienda en todos una esperanza nueva.
Papa Francisco
Audiencia general
Plaza de San Pedro
14 de junio de 2017
Lo más reciente