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El sacerdote Jacques Philippe, escritor de libros como La paz interior o Si conocieras el don de Dios, es uno de los grandes autores de espiritualidad. Él propone “una vida cristiana basada en la sencillez y en la confianza en Dios”.
Aunque no estén de moda, la gente busca la paz y ya se ve que no la encuentra; hay mucho miedo y agitación. Igual pasa con la oración: tenemos el deseo de vivir un encuentro real con Dios; las personas no se contentan con una vida cristiana a medias, quieren una realidad viva.
La vida cristiana no está basada en la fuerza, sino, sobre todo, en la gracia
A veces hacemos de la vida espiritual algo muy complejo y necesitamos reencontrar la sencillez en la relación con Dios y en la manera de vivir. Yo propongo una vida cristiana basada en la sencillez y en la confianza en Dios.
No soy pesimista, porque la salud espiritual de la Iglesia depende del Espíritu y Dios es fiel a su gracia. Aunque la Iglesia vive situaciones muy dolorosas –países donde la fe desaparece, desafíos culturales…–, no hay que perder la esperanza, porque la vida que Él nos ha dado nos la ha dado para siempre.
Nuestro deber es volver a la fuente: ayudar a las personas a tener un encuentro personal con Dios. Tras esta experiencia, es más fácil encontrar la manera de contestar a los desafíos, profundizar en las verdades de la fe, ofrecer una antropología cristiana y lograr que la Iglesia se renueve.
Son tareas enormes que exceden nuestras fuerzas, y además, los éxitos no son inmediatos, pero contamos con la promesa de Dios, así que tenemos que seguir adelante. Él cuenta con nuestra responsabilidad y fidelidad.
El cristianismo no consiste en poner el yo en armonía o entrar en contacto con el universo. Consiste en mantener una relación de amistad y amor con Dios; y el amor no se vive a solas
En la vida cristiana no nos buscamos a nosotros mismos, ni nuestra propia satisfacción, sino un encuentro con Alguien real. Existe una relación personal, y de amor, con Alguien que no soy yo, porque la Santísima Trinidad es Alguien real.
En esas tradiciones hay cosas positivas, como el deseo de vivir el instante presente o tomar conciencia de uno mismo.
No. Cuando la oración es auténtica, automáticamente hay un proceso de conversión que hace que nuestra relación con el prójimo se transforme: aprendemos a comprender, a no a juzgar, a perdonar… La gracia que recibimos en la oración cambia nuestra relación con los demás. Y ocurre lo mismo en sentido contrario: si intentamos practicar el amor del que habla el Evangelio, el encuentro con Dios se hace más profundo.
Lo más importante es ser fiel a la oración. A veces resulta fácil, otras es más difícil, pero lo importante es no desistir
No depende tanto del método (aunque el método puede ayudar), sino de la actitud del corazón. Hay muchos caminos, pero se trata siempre de tener la actitud humilde de saber que el Señor nos quiere en su presencia. Al ponerte en su presencia, el Espíritu Santo te enseña a rezar.
En los sacramentos tenemos un encuentro con Cristo como nuestro médico. En la Eucaristía es Cristo mismo quien viene a habitar en nosotros para purificarnos y darnos su paz, su fortaleza, su luz.
Cuando recibimos un sacramento y tenemos un deseo verdadero de que nuestro corazón se transforme, vemos los frutos
La confesión es también un sacramento de curación: nuestros pecados nos hieren, y el perdón de Dios nos cura. Es un sacramento muy importante para experimentar la paternidad de Dios, su amor incondicional.
Esa es una tentación que el demonio usa mucho para asustarnos y apartarnos de Dios. Lo que el Señor nos pide es aceptar la realidad de la vida y confiar en Él.
El sufrimiento es una gracia que me lleva a Dios, me hace más humilde, me ayuda a reconocerme pobre, me acerca a los demás y me capacita para entender a los que sufren
Cuando encontramos un sufrimiento, si lo aceptamos, deja de ser pesado. Es pesado cuando nos negamos a aceptarlo o si nos empeñamos en contar solo con nuestras fuerzas, sin la ayuda del Señor.
Quiero insistir en proponer que nuestra relación con el Señor sea de verdad una relación de confianza; esto es lo que, poco a poco, nos conduce a la santidad. Y en que tengamos el deseo de ser instrumentos de Dios, pues así podremos hacer mucho bien.
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religionenlibertad.com 21 marzo 2018
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