La Revolución Cultural en la China maoísta se presentó como una renovación hace 50 años para purgar a la China comunista de sus viejos cuadros y poner al mando una nueva generación de líderes más comprometidos y convencidos del ideario socialista maoísta.
Esta época de persecución y represión (las actuales autoridades comunistas en China la llaman "los diez años de catástrofe") vuelve a salir a la luz con los testimonios de algunos supervivientes.
Al cumplirse el 50º aniversario, la agencia misionera AsiaNews recoge algunos testimonios y datos de la persecución específica contra los católicos en ese periodo, que empezó en 1966. Es difícil encontrar datos, mucho más que encontrar datos de la persecución de los años 50, porque en esta época ya no había misioneros extranjeros en el país que pudieran informar y mucha documentación fue destruida.
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Los años de la Revolución Cultural fueron juzgados oficialmente por las autoridades chinas como los "diez años de catástrofe". Para las religiones y para la Iglesia Católica fueron los años de la persecución más violenta y la supresión sistemática de su presencia.
Qué y cuánto han sufrido los católicos chinos durante la Revolución Cultural es un tema que no ha estado muy documentado. Hay muchos más informes sobre la persecución durante el período de los años 50.
La razón es que los documentos de la "catástrofe" fueron quemados o permanecen enterrados en los archivos. Y hace poco sólo unas pocas víctimas han atrevido a hablar de ello.
Con la Circular del 16 de mayo de 1966, Mao Zedong lanzó la lucha política contra sus enemigos a los que llamó "monstruos y demonios", es decir, todos aquellos que se opusieron al control del partido y la ideología comunista: los intelectuales, los ricos, los propietarios de tierras, contrarrevolucionarios y los seguidores de las diversas religiones.
Después del editorial del Diario del Pueblo del 1 de junio, "Barrer todos los monstruos y demonios", los Guardias Rojos lanzaron una violenta campaña por detener y perseguir a todos los miembros de estas categorías.
Luego siguió la campaña de erradicación de las ´Cuatro cosas viejas´:
- las costumbres
- las tradiciones
- la cultura
- el pensamiento
Se reiteró esta directiva en la gran manifestación de los Guardias Rojos en la plaza de Tiananmen el 18 de agosto, celebrada con el pleno apoyo de Mao Zedong. Desde entonces, los Guardias Rojos aumentan sus ataques: los seguidores de las religiones se convierten en uno de sus principales objetivos.
Los cristianos, en particular, son considerados de inmediato "enemigos del pueblo" y los católicos son sospechosos de actividades contrarrevolucionarias.
Las iglesias son despojadas de todo y dañadas. Se utilizan como almacenes, fábricas o casas, si no son demolidas. Las estatuas, vestimentas, artículos religiosos y libros se queman.
Los creyentes comunes son conducidos fuera de su casa, exhibidos por las calles con altos sombreros cilíndricos en la cabeza en los que están escritos sus ´crímenes´.
Los envían a vivir en locales miserables o en cabañas, mientras que los perseguidores roban todo lo que quieren y destruyen y queman los ornamentos.
Muchos sufren una muerte miserable. Obispos, sacerdotes y monjas, incluso los "patrióticos" que aún operan oficialmente, son detenidos, insultados y condenados a campos de trabajo forzado o prisión.
En Baoding (Hebei), Guardias Rojos de la escuela secundaria asaltan la catedral: llevan todos los artículos religiosos a la plaza y les prenden fuego. A continuación, sacerdotes y monjas son puestos violentamente alrededor de la pira.
- Somos patrióticos- dice el P. Antonio Li Daoning.
- Te apaleamos como patriótico- le contestan.
Le golpean tan fuerte que cae desmayado y lo arrojan al fuego.
Otra víctima es la hermana Zhang Ergu, que es apaleada hasta la muerte porque se negó a pisotear una imagen de la Virgen.
En otro caso similar, en una iglesia del norte de Henan,acercan a un sacerdote a la hoguera quemándole los pies. Muere dos días después, en su casa.
En junio de 1966, el obispo Xi Minyuan es detenido y encarcelado acusado de actividades y relaciones con extranjeros anti-revolucionarios: muere en la cárcel.
En Kaifeng, los Guardias Rojos llevan atada a la hermana Wang Qian por la calle y luego la sepultan viva.
El sinólogo Anthony Clark informa visitando la iglesia del Salvador (Beitang) en Beijing notó que un jardinero cuidaba de manera especial un lugar cerca de un árbol de la plaza. Cuando le preguntó, el jardinero le confió que en el verano de 1966, un grupo de Guardias Rojos atacaron un anciano sacerdote, lo ataron y lo obligaron a arrodillarse y declarar que renunciaba a su fe. Como se negó,lo golpearon hasta la muerte y lo enterraron en ese lugar.
En Taiyuan, el P. Wang Shiwei fue detenido, golpeado y encarcelado, atado y encadenado de una forma que ni siquiera podía tumbarse. Después de la tortura, el 15 de febrero de 1970 lo sacaron de la celda y lo fusilaron.
El 24 de agosto de 1966, las últimas siete monjas extranjeras con otras monjas chinas que administran la Escuela Católica del Sagrado Corazón para los niños del cuerpo diplomático en Beijing, son atacadas y golpeadas por los Guardias Rojos. A una de ellas la golpean tan fuerte en la cara que casi le arrancan los ojos. Al día siguiente, las extranjeras son expulsadas del país y las chinas condenadas a 20 años de prisión.
El viaje desde Pekín a Hong Kong es agotador. Sor Molly O´Sullivan, alcanzó Lowu agotada por la fiebre. Los guardias la arrojaron sobre un carro que empujan las hermanas a través del puente. En Hong Kong la llevaron de inmediato al hospital, pero murió al día siguiente.
Para los católicos que ya estaban en prisión o campos de trabajos forzados en los años 50, el período de la Revolución Cultural se convirtió en una pesadilla terrible, porque se les sometió a interrogatorios, ataques en los procesos públicos, insultos, golpes y violencia. Algunos sobrevivientes han publicado sus memorias, como Mons. Dominic Deng Yiming, el P. Francis Tan Tiande, P. John Huang Yongmu, P. Li Chang, Margaret Chu, José I, John Liao y Teresa Mo, etc.
Muchas más tragedias y sacrificios sufrieron los católicos chinos durante la Revolución Cultural que aún permanecen ocultos en el corazón de las víctimas y perseguidores.
Pocos han tenido el valor de confesar y pedir perdón; la mayoría no sienten la necesidad o quieren olvidar.
Muchas de las víctimas y sus conocidos no se atreven a hablar por miedo. ¿Por qué?
Un cura explica al autor: "Hablando desde el corazón, no puedo expresar lo que siento cuando recuerdo este momento de gran sufrimiento, ya que en las condiciones actuales de la Iglesia tal situación no ha terminado todavía. Tal vez la amenaza a la fe es hoy más sutil, pero más profunda que en generaciones pasadas. Debemos orar al Señor que nos fortalezca y nos dé la fuerza para continuar dando testimonio de la fe en nuestro Salvador".
religionenlibertad.com 19 mayo 2016
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