Ahora tengo 22 años. Crecí con mi abuela desde que era un bebé hasta que tuve 11 años, cuando ella murió, en 2005. Crecí creyendo que era mi madre. Se preocupaba mucho por mí y nunca le pregunté dónde estaba mi padre. Tenía todo lo que quería y las necesidades materiales las completaban su cuidado y su amor.
Conocí a mi madre biológica cuanto tenía 4 años. Estaba enferma y fui a cuidarla. Pasé muchos días con ella ayudándola y llegué a conocerla mejor. Antes venía a vernos a la casa de mi abuela, pero entonces yo no sabía que era mi madre.
Cuando mi abuela murió, fui a vivir con mi madre. Se había casado y tenía otros hijos (mis hermanos y una hermana). Cuando llegué me sentí en casa y disfruté de la vida con mi padre y mi madre, como hacían los otros niños. En ese momento creía que el hombre que estaba casado con ella era mi padre porque yo le llamaba "papá" y no había problema.
Un día vino con mamá a recogerme al colegio. Estaba en el instituto, en el tercer año. Nos paramos en un supermercado y mamá salió a comprar algunas cosas. Mientras esperábamos en el coche, mi padre me preguntó: "¿Te ha contado tu madre algo sobre tu padre?". Me sorprendió la pregunta y le contesté: "No". Entonces me sugirió: "¿Por qué no le preguntas a ella?". Al cabo de un rato mamá volvió y seguimos hacia casa. No dije nada. Ni siquiera le pregunté sobre lo que papá había dicho. Estaba asombrado y confundido.
Enterré esa historia dentro de mí esperando que fuera un sueño, pero la historia volvió a mi mente y amablemente le pregunté a mi madre: “¿Quién es mi padre y cómo se llama?". No me contó mucho de lo que pasó, pero rápidamente entendí cómo habían ido las cosas. Escribió el nombre de mi padre en un trozo de papel y me lo dio. Más tarde, quise saber si alguien de la familia de mi padre, o mi padre, estaban vivos, para verles. Quería saber quiénes eran y esperaba que me aclararan la historia: cómo había sido concebido y qué había ocurrido.
Con la ayuda de Dios, conocí a algunos de los miembros de su familia y entonces tuve una idea clara de mis orígenes. Al principio mi madre me había dicho que mi padre no me había reconocido, porque decía que no era hijo suyo. Pero la historia detrás de todo esto era que mi madre era amiga de mi padre. Trabajaban en la misma empresa y mamá era una señora muy guapa con dos hijos, gemelos. Mi padre le pidió salir una noche, la drogó y la violó.
Cuando mi madre descubrió que estaba embarazada de mí intentó hablar con mi padre, pero él se negó a ayudarla. Mamá consideró la posibilidad de abortar porque tenía novio y ambos tenían dos hijos, por lo que el aborto hubiera sido una solución para salvar su relación. Tenía 25 años cuando la violaron.
La ley de 1977 prohibía el aborto “excepto cuando seguir con el embarazo pone en serio peligro la salud de la embarazada”; se requería una segunda opinión, que el aborto lo realizara un médico del sistema sanitario público o que tuviera la aprobación del estado y que se llevara a cabo en un hospital público o en uno concertado. Muchos deseaban que fuese posible el aborto para una mujer que había sido violada. Desgraciadamente, en junio de 2012, la ley cambió en Ruanda, permitiendo el aborto en casos de violación o incesto. Por lo que a mí respecta, en 1993 me protegió la ley de Ruanda sobre el aborto, pero yo sé que fue Dios quien me protegió.
Cuando llegó el momento de dar a luz, mi madre fue sola al hospital. Yo era sano y normal y salió del hospital enseguida.
Para volver a casa tenía que pasar por la casa de mi padre, por lo que decidió ir para dejarme allí. Pero mi padre y su familia la rechazaron de nuevo. La echaron llamándola prostituta mientras me llevaba en sus brazos, a mí, que tenía pocas horas de vida.
Al llegar a su casa, mi abuela me recibió y me puso mi nombre. Dijo: "Este niño que ha sido rechazado es mío. Lo educaré y se convertirá en un hombre”. En ese momento se salvó mi vida. ¡Doy gracias a Dios por el don de la vida!
Unos meses más tarde estalló la guerra en mi país: "genocidio" y mi padre biológico, que era tutsi, fue asesinado con otros miembros de su familia. Pero yo estaba con mi abuela, que me protegió. Sobreviví.
Saber todo esto fue un duro golpe para mí. Estaba solo y no tenía a nadie con quien compartirlo. Empecé a tener miedo de los otros; pensaba que si sabían quién era yo, me odiarían por eso. Me sentí no deseado, rechazado y solo. Entré en un periodo de depresión; quería incluso suicidarme. ¡Perdí toda la esperanza que tenía! No caí en el consumo de drogas durante mi depresión, pero me enfrenté a otro tipo de adicción.
Cuando supe de mi pasado y entré en una depresión, empecé a odiarme a mí mismo. No podía hablar con nadie, porque pensaba que ellos sabían "quién era yo", que había sido el fruto de una violación y que mi padre me había rechazado. Mi rendimiento en el colegio cambió; también mi comportamiento.
Había nacido en una familia cristiana. Mi abuela me ayudó a convertirme en cristiano y volver a este fundamento es lo que me ayudó a reconocer mi dignidad y mi valor; que aunque yo había nacido no deseado, que había sido rechazado al nacer, sabía que Dios me amaba y que Él no me rechazaba, que me quería y que eligió que naciera de ese modo para que Él pudiera proclamar Su gloria a través de mí.
Empecé a ver documentales y a leer muchos libros sobre personas que habían superado grandes pruebas y mi modelo fue Jesús. Aprendí mucho de la historia de Juan Pablo II, de la superviviente a un aborto Melissa Ohden y de Rebecca Kiessling, concebida en una violación. Cuando supe toda mi historia quise conocer a alguien que tuviera una historia similar para poder compartirla y ayudarnos a superarla.
Sorprendentemente, a la primera persona que conocí fue a Rebecca Kiessling, que vivía en los Estados Unidos. Conectamos a través de Facebook y ella me presentó a muchos otros que estaban en Save The 1. Con estas historias… ¡recuperé mi esperanza! ¡Ya no me siento solo!
En Ruanda, los niños concebidos como resultado del genocidio son llamados los "embarazos de la guerra", "niños no deseados" o "niños de feos recuerdos".
Rindo honor a todos mis hermanos y hermanas bebés que no nacieron porque fueron abortados o que fueron rechazados y murieron. ¡Estoy aquí para hablar en su nombre! Quiero ser una voz para los niños no nacidos y rechazados. Quiero ayudar a todos los niños y bebés que pasarán por esta situación, quiero darles esperanza y estar allí para ellos. Quiero animar a otros a que rechacen el aborto; no importa cómo haya sido concebido el niño, si en una violación o de cualquier otra manera no deseada.
Actualmente soy estudiante de segundo año de ciencias biomédicas en el Instituto de Ciencias Aplicadas de Ruhengeri; mi deseo es estudiar medicina. Hay varias Facultades de Medicina fuera de Ruanda que me interesan y ahora ya tengo mi pasaporte, a pesar de que en mi certificado de nacimiento no consta el nombre de mi padre biológico. Con la ayuda de Dios, lo acabo de recibir del Departamento de Inmigración. Me pidieron que cambiara el nombre de mi padre y, sorprendentemente, expliqué mi caso al funcionario del Departamento y tras contarle mi historia, me ayudó. ¡Pude usar mi certificado bautismal para probar la paternidad!
Tras conocer la verdad de mi vida, decidí que quería ser médico para salvar vidas, para detener el aborto donde pueda y para ayudar a los que mueren a hacerlo en paz y con esperanza. ¡Esto es lo que quiero hacer! ¡Realmente lo deseo! Después de preguntarme por qué sobreviví, descubrí que Dios salvó mi vida por un motivo; por esto estoy comprometido en salvar vida a través de la medicina, dando esperanza a los desesperanzados porque sé lo que es vivir sin ella.
Cuando le pregunté a mi madre qué piensa de mí ahora, me recitó el Salmo 118, 22-24: "La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro. Éste es el día en que actuó el Señor: ¡vamos a festejarlo y a celebrarlo!". Entonces me dijo que le preguntara el significado de estos versículos...
Mi madre está muy orgullosa de mí. Esta contenta de que quiera estudiar medicina, pero también preocupada porque no puede ayudarme a pagar los estudios. Pero a pesar de todo, sé que Dios tiene un plan para mí y quiero que él me utilice para llevarlo a cabo.
Publicado en Save the 1.
religionenlibertad.com 11 marzo 2016
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