Nos conocimos en el movimiento "scout" de nuestras parroquias. Éramos plenamente conscientes de que realizábamos un servicio en la iglesia. Las excursiones a la montaña, las canciones, la entrega en el campo educativo, la relación abierta a los demás y el crecimiento de la fe en equipo, nos impulsó a ver un mundo más limpio, lleno de ideales y de proyectos.
Montserrat y Mercé fueron nuestras primeras hijas. Las dos murieron a los pocos días de haber nacido. La experiencia más grande que nos dejaron fue un regalo de amor. Procurar endulzar, hacer feliz y disminuir el dolor del otro, fueron los puntales de roca firme donde nos apoyamos de lleno. Después tuvimos cinco hijos más: Carme, Oriol, Nuria, Xavier, María. De pequeños, el trabajo nos desbordó y nos dejamos atrapar. Faltaban manos, tiempo y, sobre todo, dedicación a nuestra vida de pareja. Nuestros hitos habían perdido la armonía y parecía que los hijos habían truncado nuestro crecimiento. Son etapas algo duras y hay que hacer filigranas. Si no se es suficientemente lúcido, todo podría tambalearse y resquebrajarse, y dejar una grave herida.
Vivir la vida de casados no es fácil, pero tampoco es tan difícil. Después de haber caminado juntos durante mucho tiempo puede aparecer una grieta por donde todo se desvanece porque los dos somos muy distintos. Los ideales se volatilizan, incluso puede parecer que se caiga en un pozo de fracaso. Es el momento de conocer y aceptar al otro tal como es, sin falsear nada, tocando de pies en el suelo. Si se cuida y se trata con serena sabiduría, los dos pueden llegar al grado de amor más profundo.
Hemos procurado dar a los hijos una educación sencilla y sólida. Es un camino difícil. Muchas veces se tiene que andar a tientas, con el peligro de equivocarse. No hay métodos, ni reglas... El único resquicio de luz clara y el faro que ilumina son el amor y el testimonio. Encontrábamos en la naturaleza puntos de referencia para educar: saber detenerse para escuchar el murmullo del viento, el canto de un riachuelo, para contemplar la luna, las estrellas, el sol que sale a punta de alba, admirar la majestad de las montañas y la inmensidad del mar, y descubrir a Dios en nuestra pequeñez y en el corazón de todos los hombres. Quisiéramos haber dado a los hijos una fe cristiana de raíces profundas, y dejarles en heredad todo en lo que nosotros hemos creído. En estos momentos uno de los hijos está casado, y dos hijas son Religiosas de Nazaret. ¡Damos gracias a Dios por ello!
En la parroquia, hacíamos algún servicio. Traspasar a los demás la vivencia de Jesucristo no es presumir de todo lo que uno hace. Sin darnos cuenta, podríamos ir en busca de medallas para satisfacción propia. Si realmente es necesario, se puede hablar de ello, siempre desde la sencillez y la valentía. Pero es bonito ver parejas que trabajan con discreción y silencio. Su testimonio es limpio y brillante.
Hace treinta años que nos casamos; éramos muy diferentes. Juntos hemos crecido, hemos madurado y nos hemos curtido.
Juntos hemos sufrido, hemos llorado y hemos vivido momentos de alegría intensa. Hemos caminado, nos hemos cansado... y juntos hemos rezado. Antes éramos muy diferentes... ahora tan solo nos amamos.
Joaquim Miró (1943)
Célia Sánchez (1945)
Casados en 1968
El día de santa Clara de 1996, un derrame cerebral importante me paralizó totalmente. Estuve en coma y se me practicó una traqueotomía. Permanecí once meses en el Hospital y luego en el Centro de Rehabilitación.
Inicialmente yo no tenía conciencia de la gravedad de la enfermedad. Tan sólo pedía con toda la fuerza que se me diera la fe de Abrahán, y que todo ese extraño aislamiento tuviese salida en una Gran Luz. La sonrisa benévola de mi marido me transmitió paz. Mañana y tarde me cantaba el padrenuestro y alguna otra canción. Un día, la voz de un amigo me trastornó: "No temas. Soy yo". Jesús pasaba muy cerca de mí.
Sin yo saberlo, había muchas personas que rezaban por mí. Todo es Gracia, todo es Regalo, todo es Don. Me sentí llevada por un torrente de Amor y en la tiniebla brillaba una Gran Luz. Como la perla nacarada por el rocío de una noche oscura, la dulzura de la voz que me hablaba... Mis manos son para ayudarte y mis pies caminarán por ti.
Actualmente estoy en una silla de ruedas y mi condición física es muy precaria y limitada. El amor que me ha dado mi familia y muchas otras personas ha sido la Gran Luz que ha pasado por mi camino. En el pentagrama de la vida he escrito mi partitura. Todo canta a una voz. Es la voz del amor.
¡Gracias, Joaquim!
Célia
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