Se llama Elisabeth Malmgren, tiene "casi 19 años", y, como es sueca, no le queda más remedio que tener el cabello rubio, los ojos azules y la piel muy blanca, aunque se le ha enrojecido un tanto a causa del poderoso sol de los primeros días del junio cordobés.
Llegó a Córdoba a principios de curso, dentro de un programa internacional en el marco de la UE; apenas hablaba español y los primeros días de clase - ha hecho primero de Bachillerato en el Instituto Zalima- se le hicieron muy duros. Pero es inteligente y despierta, y pronto se expresó perfectamente en el genuino dialecto cordobés. Una cadena de plata y medalla con la imagen de San Rafael evidencian, sobre su cuello juvenil, que algo le ha pasado durante su estancia entre nosotros.
Y lo que le ha pasado es su conversión al catolicismo. "Yo siempre he sido creyente protestante, pero al modo habitual en mi país, donde la religión es poco más que una tradición", confiesa. Al poco tiempo de llegar tuvo ocasión de vivir una experiencia inolvidable: junto con varias compañeras, asistió en Roma, el 6 de octubre, a la canonización de San Josemaría Escrivá: "Yo entonces ni siquiera pensaba en ser católica, y no sé ni por qué fui a Roma, pero aquello me impresionó, porque comprobé que estaba siendo testigo de algo muy grande". Luego, en clase de Filosofía, una serie de temas como el origen del hombre, el sentido trascendente de la vida, ... despertaron en su alma y en su inteligencia la luz de las preguntas. "Nunca había visto en la práctica lo que es una vida cristiana, venía casi sin formación religiosa y eso que poco antes de salir de mi país había recibido la confirmación".
Elisabeth emprendió el camino de la búsqueda -al principio, como mera espectadora- en actos religiosos como la misa o el rezo del rosario: "¿Cómo puede haber católicos -se pregunta- que digan que el rosario es aburrido? ¡De aburrido, nada, yo notaba que, incluso antes de ser católica, la Virgen estaba conmigo cuando rezaba el rosario!".
Así, poco a poco, una serie de "casualidades" -que en su perfecto andaluz, Elisabeth entrecomilla con toda nitidez-, fueron abriendo el camino a lo que en términos creyentes no es sino la acción paulatina del Espíritu Santo: "Eran cosas que notaba en mi interior, sentía que tenía que hacer algo porque Dios me lo pedía". Al principio tuvo miedo, y lo reconoce abiertamente: "Cuando empecé a pensar en hacerme católica veía muy difícil serlo en mi país, donde los católicos sólo son el nueve por ciento de la población, y donde la iglesia católica más cercana está a 55 kilómetros de mi casa; pero también notaba que Dios me lo seguía pidiendo, y yo no podía ni quería decir que no". Entonces inició el estudio a fondo de la fe católica y se fue preparando.
Paralelamente al avance del curso, en el corazón de Elisabeth va germinando la semilla... Llegan las vacaciones de Semana Santa, y la joven, con la decisión tomada pero aún sin formalizar, vuelve a Roma: allí participa en un encuentro internacional de universitarios de todo el mundo y asiste a audiencias con el Papa y con monseñor Javier Echevarría, Prelado del Opus Dei, a quien le cuenta, en una tertulia numerosa, su experiencia personal y su decisión de abrazar la fe católica, y le pide su ayuda espiritual. A este último le cuenta su experiencia personal y su decisión de abrazar la fe católica, y le pide ayuda espiritual. Monseñor Echevarría le responde con una larga y cariñosa contestación, que se cierra con unas palabras que se quedan grabadas para siempre en el alma de la joven: "Te necesitamos, Elisabeth, te necesitamos, que Dios te bendiga". Pregunta y respuesta se custodian, desde entonces, en impecable español sin faltas de ortografía, en una pequeña libretita que Elisabeth lleva siempre en su bolso.
Unos días más tarde, ya en Córdoba, recibe por correo un regalo inesperado: coincidiendo prácticamente con el paso más decisivo de su vida, el prelado del Opus Dei le envía una carta y un rosario. El 29 de abril, en dos sencillas ceremonias, hace en Zalima pública profesión de fe católica -los protestantes no necesitan bautizarse-, su primera confesión y su primera comunión: "La confesión es maravillosa; yo sabía desde siempre que Dios perdona, pero he descubierto en el Evangelio que Cristo quiso expresamente que sean los sacerdotes quienes administren su perdón y su misericordia a cada persona, a través del sacramento de la Penitencia; esto me ayuda mucho.
¿Lo que más le ha atraído a Elisabeth del catolicismo? Tal vez, la confesión, la figura de la Virgen María -"en el protestantismo no se le da culto de ningún tipo, en realidad se la ignora"- y también la referencia moral: "El catolicismo es concreto y práctico, deja muy claras las cosas tanto la fe como en la moral, porque te ayuda a delimitar lo que está bien y lo que no".
Desde hace unos días, Elisabeth está ya en la ciudad donde reside habitualmente, que se llama Hbor y se halla al sur de Suecia, a unos 650 kilómetros de Estocolmo. En su país proseguirá sus estudios - "quiero ser enfermera de quirófano", asegura-, vivirá otra vez con su familia y sus amigos de siempre, pero lo verá todo con la nueva perspectiva que le da la fe católica. En las alturas nórdicas de Suecia, una medalla de plata con la imagen de San Rafael, el Arcángel protector de Córdoba, le recordará continuamente el año que ha pasado en Córdoba y el nuevo rumbo que tomó su vida.
Antonio Varo. Diario Córdoba
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