El 8 de noviembre de 2006 Marta sufrió junto a su marido y sus hijos, un accidente mortal de tráfico. En él perdió a su marido y a dos hijos pequeños. Su fe en Jesucristo, y la ayuda incomparable de su familia le han ayudado todos estos años a superarlo.
La muerte sigue siendo para el hombre un misterio, mucho más una muerte inesperada y fortuita. Lo primero que pensó Marta fue: “Jamás voy a preguntarme por qué, porque nunca lo voy a entender”.
Sabía que lo único que la sostendría era la fe en Dios y la oración: "Lo único que pedía era fuerzas y oración porque era lo único que me podía sacar de esta situación. Esperanza y confianza".
Reconoce como un privilegio pertenecer a una comunidad rodeada de sacerdotes, religiosos y religiosas que les han apoyado desde pequeños. "He sido educada en un ambiente de fe. Toda nuestra infancia, nuestra adolescencia, y juventud hemos tenido un gran apoyo en ellos".
La tentación en un momento así es hacerle a Dios responsable del mal y del dolor que se sufre. Marta la superó: "Cuando te pasa esto, te quedan dos caminos: o te rebelas completamente o te agarras a la fe. Hemos elegido la fe y hemos acrecentado nuestra experiencia de Dios".
Marta ha experimentado todos estos años que Dios existe y que con Él todo se puede afrontar: "En todo esto he podido experimentar que ¡Dios existe!. Sin Él, nada tiene sentido y con Él todo es superable y todo posible".
La gran batalla de cada hombre ante el misterio del mal y de la muerte es la de la confianza y la esperanza. Marta lo sabe muy bien: "La batalla de cada día es confiar y esperar, y machacar eso ejercitándolo todo el día".
¿Se puede ser alegre con un gran dolor? Marta es testigo de que sí: "Hay una mezcla de dolor, que te encoge el corazón, y al mismo tiempo la certeza interior de que éste sufrimiento tiene un sentido. Dios me lo ha permitido ver. Esto te permite sonreír y tener alegría".
Saberse una escogida, y una privilegiada por estar unida a Jesús en su dolor, la permite esperar que lo estará también en su resurrección: "Podemos esperar una resurrección y un Cielo, y yo y los que nos rodean podemos considerarnos otros “pequeños Cristo”, y con esa Cruz saber que va a llegar ese “tercer día” y ese día de felicidad también en esta vida. Pues eres un escogido, una privilegiada".
religionenlibertad.com (3 noviembre 2015)
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