A pesar de la fatiga de ese día, pues ya era de noche, le recibí en mi casa. Me dijo que su novia quedó embarazada de gemelos y que ya había tomado la decisión de abortar, porque ya tenía dos hijas de otra relación. Después de escucharlo, le pedí el teléfono de la chica para conversar con ella, aun a riesgo de escuchar algún insulto, porque sabía que ella no era practicante.
Tomé valor y la llamé para fijar una cita en mi casa al día siguiente. Ella vino con su hermana. El aborto estaba programado para el día después. Para salvar a los gemelos traté de sacar todos los argumentos bíblicos y también le hablé de los riesgos de la cirugía. Mi intervención no tuvo éxito. Entonces hice la siguiente propuesta: «Ten estos niños y yo me quedaré con ellos». Después de esto, ella se enfadó y dijo que nunca le daría su hijo a nadie.
Entonces, como un último intento, dije que comprendía todos sus sufrimientos y que quisiera hacer una oración por ella. Eso sí lo aceptó; se levantó y le impuse las manos sobre la cabeza e hice una oración silenciosa. Entonces, sin pedir permiso, puse las manos sobre su vientre y consagré en voz alta a los bebés al Corazón Inmaculado de María. En ese momento la joven comenzó a llorar y se sintió tocada por el Señor. Y le dije: «¡Tendrás estos niños y no vas a abortarlos, porque María ya es su madrina!»
Salió de la casa en silencio y sin decir si tomaría en cuenta mi consejo sacerdotal. Una semana después su novio me llamó diciendo, para la Gloria de Dios, que ella no abortó y que decidió tener a los niños.
Después de unos meses, el 20 de abril de 2009, recibí otra llamada de este muchacho contándome que acababan de nacer sus dos hermosas hijas. Yo me emocioné mucho y apenas podía hablar. Él me preguntó por qué lloraba tanto y simplemente le dije: «¡Hoy es mi cumpleaños!»
Este fue el regalo más grande que haya recibido jamás, y una señal del Señor en mi ministerio sacerdotal.
Flávio Jorge Miguel Júnior
Sorocaba (Brasil)
100 historias en blanco y negro
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