Era el año 2001 y a Sanja Oreskovic todo le parecía ir bien. Tenía 34 años, estaba casada con Tihomir, un rico hombre de negocios, croata de Zagreb como ella, y tenían varios hijos adorables. Aunque oficialmente vivían en Canadá, su residencia real era la soleada y caribeña Puerto Rico.
Playas prístinas, grandes comidas, muchos amigos en encuentros sociales... exploraba todo lo que podía ofrecer la vida a un rico en el hermoso Caribe.
Y sin embargo, sentía que su vida estaba vacía. Sentía que necesitaba "algo más" para ser feliz... Otra fiesta, otra experiencia... y sin embargo, cuando conseguía ese objetivo, descubría que el vacío seguía ahí. Y se sentía siempre deprimida.
Así que acudió a un médico y le explicó su tristeza continuada. El médico le dio algunas pastillas. Ella pensó que al menos le permitirían seguir en su "vida diaria como madre, esposa y amiga". Pero sabía que las pastillas no resolverían su problema.
Y en la última visita a la consulta, el médico le hizo una pregunta que cambiaría su vida para siempre.
"Sanja, ¿usted reza?", le preguntó él.
Ella se enfadó. Pensó que no era profesional por su parte preguntarle eso. "Yo pensé: ¿quién es él para hacerme ese tipo de preguntas? La fe es algo muy personal".
La respuesta era no. No había rezado nada desde su infancia en aquella Yugoslavia comunista que ya no existía. Ni siquiera recordaba como se reza. De hecho, creía que no hay nadie ni nada a quien rezar.
"Así era yo, una buena pagana", recuerda hoy, cuando cuenta su testimonio en LifeSiteNews.
Pero, cuando volvió a casa, la pregunta seguía resonando en su interior. Y también al día siguiente. "Sanja, ¿tú rezas?" Esa frase volvía una y otra vez a su mente.
Finalmente, una noche, llegó a una conclusión: sabía que las pastillas no iban a solucionar su problema, eso estaba claro... ¿Por qué no probar eso de rezar, y ver si servía de algo? Veía que tampoco tenía nada que perder.
"Simplemente abrí mis manos esa noche hacia el cielo. No sabía si iba a pasar algo, pero hice como si fuera una niña. Abrí mis manos y dije: ‘Dios, por favor, si existes, ayúdame, para que yo pueda ayudar a otros”.
No hubo rayos ni truenos ni viento. Solo quietud y paz. Sanja se fue a la cama preguntándose si había perdido el tiempo. Si acaso, esperaba que quizá las palabras del doctor dejasen de resonar en su cabeza.
Y a la mañana siguiente todo era distinto.
“Lo que ocurrió esa noche solo Dios lo sabe pero a la mañana siguiente me levanté como una persona nueva. No hay palabras para explicar cómo me sentía. Está más allá de las palabras”, explica.
Era la mañana del 18 de noviembre de 2001 y Sanja lo recuerda como el día en que empezó una vida nueva y abundante. Veía su relación con su esposo, con sus hijos, con otra luz. La necesidad de satisfacer las expectativas sociales de la gente que le rodeaba, ya no le afectaba. Se sintió liberada por primera vez. Sentía una nueva libertad y podía usarla para ayudar a otros.
“Cambió mi vida, y no sólo la mía, sino la de mi familia, mis hijos, la gente a mi alrededor, mis amigos...”, constata. “Conocer al Señor, conocer la verdad... ¡sacó muchos pesos de mis hombros!”.
“El Señor dice: “Buscad mi Reino y lo demás se os dará por añadidura. Y eso es lo que sentí esa mañana, el paquete completo, ante mí. Y me dije: vale, ¿y ahora qué va primero?”
Sanja ganaría fama ahora, años después, cuando su marido entró en política en Croacia, en el partido de centro derecha, la Unión Democrática Croata, y debido a las peculiares carambolas de los gobiernos de coalición en el país acabó siendo presidente de esta nación que es a la vez eslava, católica, mediterránea y poscomunista. Tihomir ha sido presidente 9 meses, de enero a octubre de 2016, cuando los desacuerdos entre los partidos coaligados han llevado a otras elecciones.
Como Primera Dama, aunque fuera solo durante unos meses, Sanja ganó popularidad.
En mayo, cuando aún gobernaba su marido, las asociaciones provida del país organizaron la primera Marcha por la Vida de Croacia, a la que acudieron unas 15.000 personas. Invitaron al presidente y su familia. Croacia permite el aborto en las primeras 12 semanas de gestación del bebé.
Ministros importantes del gobierno dijeron a Sanja que no se le ocurriera acudir a la Marcha provida. Pero desde su conversión en 2001 ella ha tenido claro que debe seguir lo que Dios indica, sin esclavizarse con lo que los demás esperen socialmente.
“Hice lo que sentía que tenía que hacer como madre de cuatro hijos y a todos les dije la misma frase”. Cuando una periodista le preguntó cómo es que ella, la Primera Dama, acudía a la manifestación, respondió: “Cualquier persona prudente elige la vida y no la muerte”.
Sanja explica que empatiza con las mujeres que asustadas o presionadas acuden al aborto. “Normalmente no van al aborto porque quieran matar al bebé sino porque tienen miedo y no tienen apoyo”, explica.
“Empatizo con ellas pero al mismo tiempo no puedo decir que el aborto está bien. Tenemos que hablar y decir claro que no está bien. Ayudemos a esas mujeres, abramos refugios... hay muchas posibilidades que podemos hacer por quien está en necesidad”.
Por supuesto, buena parte de la prensa criticó su participación en la Marcha por la Vida, publicaron fotos y comentarios... pero ella dice que no se arrepiente en absoluto.
“No juzgo a los que dijeron cosas poco agradables sobre la Marcha, porque es evidente que en esta vida tenemos que luchar por el bien, y tenemos que seguir en ello, no importan los obstáculos. Somos los apóstoles de esta época y tenemos que decir sí”, afirma la ya ex-primera dama tras su experiencia.
Pero Sanja va más allá de la militancia provida. Su experiencia es que su vida sin Cristo era vacía y está convencida de que así le sucede a muchas otras personas, y especialmente a otras mujeres.
“Mujeres y madres viven en un forcejeo, luchando... ¿Por qué? Porque han perdido la raíz de su propósito que es primero y ante todo ser madre, una madre que da a luz, una madre que espera a su marido cuando él vuelve a casa, una madre que pasa 24 horas en oración”.
“Y como el mundo espera algo muy distinto, una mujer exitosa en el trabajo, exitosa en su vida social...¡algo ha de colapsar! Y desgraciadamente lo que colapsa es la familia”, apunta.
“Hoy ser una mujer es un reto extremo y sin Jesucristo es imposible”, añade, contundente, en una frase que la prensa croata ha llevado a titulares con escándalo.
“Algunos dirán, ‘¿qué quieres decir con imposible? Claro que es posible, todo es posible’. Vale, pero entonces ¿por qué hay tanta náusea, tanta tristeza? ¿Por qué lloran las mujeres cuando van a la cama? ¿Por qué? Porque no hay esperanza. No hay luz. Eso solo lo podemos conseguir mediante Jesucristo”, proclama.
Ella lo dice con la convicción de haber estado allí, llorando, sin esperanza y sin aprecio por la vida.
Ella sabe que había mujeres furiosas, enfadadas con los que iban a la Marcha por la Vida. Y explica que, en su corazón, solo tiene amor por ellas. “De corazón entiendo a esas mujeres, yo estuve en su lugar. Y sé que sin una visión clara te volverás loca, te pondrás furiosa y juzgarás a los demás con dureza”.
Pero cuando una mujer deja entrar a Jesús en su vida, añade, todo lo demás –esposo, hijos, otras relaciones- encajará bien.
“Pienso en mujeres que creen que no hay salida, que lo ven todo oscuro. Hay mucha gente escéptica. No seas escéptico. ¡Sé místico! En el Misterio está el Señor. Estamos todos llamados a ser místicos”, añade.
“Estamos todos llamados a rendirnos al Señor, estamos aquí para encontrar al Señor Jesucristo, y todo lo demás encajará en el lugar que le corresponde”, afirma convencida.
Y lo que diga la prensa, le da igual.
religionenlibertad.com 23 noviembre 2016
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