Por el contrario, cuando ambas personas no comparten el mismo credo, o solo uno de los dos es creyente, la satisfacción desciende.
Según publica Bradford Wilcox en la revista Journal of Marriage and Family, las parejas afroamericanas entrevistadas fueron las que más notaron el efecto beneficioso de la oración; hasta el punto de que asegura que si no fuese por eso estarían mucho peor que las parejas blancas en términos de satisfacción.
"El rezo estrecha la diferencia racial y les ofrece cierta ventaja, que les pone a la par con otros grupos étnicos", explica. "La vitalidad de los afroamericanos en la Iglesia les pone por delante en esta cuestión".
Un efecto positivo que también se observó en el caso de los latinos, y que se torna en perjudicial cuando ambos miembros no comparten la misma fe. Como explica su investigación, realizada tras entrevistar a casi 1.400 individuos de 18 a 59 años (el 89% de ellos, casados), en el caso de religiones discordantes, o cuando sólo uno de los dos tenía fe, la relación termina por resentirse.
A su juicio, puede ser porque estas diferencias se acaben convirtiendo en una fuente de tensión, "o bien porque pasan menos tiempo juntas", o porque las diferencias sobre el modo de educar a los hijos acaban haciéndoles menos felices, propone esta investigación.
El tema de la influencia que tiene la religión en la salud mental o en otras facetas psicosociales de nuestra vida ha sido ampliamente estudiado. En esta ocasión, Wilcox atribuye a la religión tres factores protectores: promueve un comportamiento ético, las comunidades ofrecen apoyo formal e informal al individuo y ofrece un sentido de la vida al individuo que aumenta su resistencia al estrés.
El Mundo (15 agosto 2010)
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