"LOS RICOS INVIERTEN EN COSAS; LOS POBRES INVIERTEN EN PERSONAS."
He apuntado la frase en mayúsculas. Tiene muchas aplicaciones. Pienso que ninguna de ellas es un compartimiento estanco; funcionan como peldaños de una escalera, que no se puede subir sin pasar por todos sus tramos.
Invertir en cosas o invertir en personas... En la esfera individual esta disyuntiva marca la frontera entre dar y darse, vaciar la calderilla del bolsillo o vaciar todo el bolsillo cuando es necesario y el corazón ... con la presencia física y afectiva para aliviar al que está solo, para reconfortar al que lo necesita. En el ámbito familiar distingue dos puntas del mismo palo; construir una casa y llenarla de objetos valiosos o hacer de una casa un hogar en lo que lo valioso son los individuos que conviven en ella. En el entorno social contrapone el intercambio mercantilista de tomar del prójimo lo que nos reporta algún beneficio o la relación interpersonal del que da y toma beneficios intangibles; se aprende mucho de la gente buena, pero una condición básica para aprender es dejarse enseñar.
Creo que no; que no me he ido por las ramas. Los cayucos que llegan a las costas canarias y desembarcan miles de seres oscuros como si fueran bultos es el final de esta escalada.
Hace poco buscaba material escrito para otro tema. Y encontré "Somos el presente", el discurso que pronunció Xavier Sala en la aceptación del Premio Rey Juan Carlos de Economía. Un brillante y detenido estudio sobre las causas de la pobreza en el continente africano. África... un continente "plagado de conflictos bélicos que ahuyenta la inversión internacional"; un continente donde la aparición del sida y el resurgimiento de la malaria han dejado a "millones de huérfanos que deambulan sin la ayuda de sus padres"; un continente donde las empresas de los países ricos se niegan a formar una mano de obra que no alcanzará la edad de 30 años; un continente donde la ciencia, la que inventa artilugios tan complejos como naves espaciales, no puede solucionar un problema que se transmite con la picadura de un mosquito. ¿No puede o no compensa?. ¿Porque afecta sólo a países tropicales ~pobres por definición= y no resulta rentable a la industria farmacéutica?. Tal vez. África es un continente donde la globalización ni se huele; sobra burocracia y la ayuda humanitaria no llega a quien tiene que llegar. El único camino, el más efectivo y, paradójicamente, más complejo es la educación de los niños.
En las últimas décadas, el Banco Mundial ha desembolsado miles de millones en la construcción de escuelas, libros y retribución a profesores y maestros. La situación no mejora, luego algo falla. La clave habrá que buscarla en el objeto de la inversión. ¿Se invierte en cosas o en personas? Los niños africanos, como relata Xavier Sala, son el presente. En África, el presente de nuestro privilegiado primermundo es una minoría que malvive, agoniza, yace bajo una tierra árida y estéril o en aguas del Atlántico. ¿Qué más da que existan escuelas y libros y profesores cualificados? Los niños no pueden dedicar tiempo al estudio porque necesitan trabajar. " Muchas familias pobres no pueden sobrevivir con la fruta que buenamente recolecta la madre o los mejillones que haya podido pescar el padre". "Los ingresos que genera el trabajo de los hijos pasan a ser un factor esencial" " Y ¡sí!, todos entienden que, si el niño o la niña van al colegio y aprenden a leer, escribir, sumar y multiplicar y aprenden un oficio, sus posibilidades económicas futuras se van a multiplicar. Pero la familia no puede permitirse prescindir de los ingresos de los menores. Esa es, precisamente, una de las consecuencias de la pobreza".
¿Es imposible invertir en la educación de los menores?. ¿Es una batalla perdida de antemano?. En absoluto. Lo demostró el presidente mejicano Ernesto Zedillo cuando diseñó y llevó a cabo el programa "Progresa". "El objetivo — indica Salas— era inducir a los niños más pobres de las regiones de Chiapas, Guerrero y Oaxaca a ir al colegio en lugar de trabajar. Para ello, el presidente Zedillo entendió que la única manera de conseguirlo era dar al niño unos ingresos alternativos, por lo que decidió pagar un salario a los niños que iban al colegio. No era una beca que se daba al empezar el curso. Era un salario: el niño no cobraba si no acudía a clase y su remuneración aumentaba a medida que iba mejorando sus notas y pasando de curso" . El programa de Zedillo fue un éxito espectacular, digno de ser exportado si hay voluntad y empeño en construir desde la base, invirtiendo en la base de la sociedad: el ser humano. Sin esa voluntad y ese empeño seguiremos lamentando cayucos que naufragan o cayucos que llegan a buen puerto para ser enviados a cualquier punto de la Península, con una botella de agua y un bocadillo. Pan para hoy y hambre para mañana. Si nos preocupa, deberíamos buscar soluciones reales. Y quien busca, encuentra. Si no, somos también culpables.
Por Sunsi Estilles Farré
Arvo Net, 06.09.2006
Diari de Tarragona
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