El padre René-Luc Giran escribió el testimonio de su vida en francés en 2008 y vendió 40.000 ejemplares. En 2014 publicó otro versión, de bolsillo, y le consta que al menos 3 jóvenes han entrado en el seminario tras leer su historia de conversión y vocación.
René-Luc nació en Nimes, al sur de Francia, a finales de los años 60. Tenía dos hermanastros, mayores que él, hijos de su madre y del primer marido de ella, de quien se había divorciado. Y dos hermanas más pequeñas.
Unos días antes de que naciera la hermana más pequeña, con su madre a punto de parir… su padre se fue de casa. Desapareció, sin avisar a nadie. “No le hemos visto desde entonces”.
Además, resultó que su padre no se había registrado en ningún documento como progenitor. Cada año, cuando rellenaban formularios escolares, en el lugar del nombre paterno tenían que escribir “Desconocido”. “Eso me hería, era como una cuchillada en el corazón en cada ocasión”, explica.
Su madre quedó sola, con 27 años, para criar a los cinco hijos. Era una situación precaria y hubo un año en que los 5 estuvieron en un orfanato, pero la madre logró reunirlos otra vez y crear lazos de unidad entre todos sus hijos.
Entonces, cuando René-Luc tenía 10 años, llegó otro hombre. Se llamaba Martial y su madre se enamoró de él.
No se llevaba bien con los dos chicos mayores, ni con las niñas que eran pequeñas, pero sí se ganó el cariño de René-Luc. Le compró un perro y le enseñó a domesticarlo “y así me domesticó a mí también”. Un día incluso le dijo: “¿Sabes, René-Luc? Estoy pensando en que podría reconocerte formalmente como mi hijo, podrías llevar mi apellido”.
Aquello ilusionó al joven René-Luc. Era un anhelo de su corazón: tener un padre, rellenar la casilla en los formularios… Sin embargo, no se llegó a realizar. El segundo año tras la llegada de Martial, la madre pidió a René-Luc que nunca mencionase en la escuela el nombre de Martial. “Es que tiene un hijo y no le paga la pensión, es mejor que no sea localizado”, dijo ella.
Poco después, René-Luc descubrió otra razón por la que Martial quería pasar desapercibido: tenía una pistola entre las sábanas en un armario. Era un gangster, formaba parte de una banda y había realizado atracos a mano armada.
Al René-Luc que entraba en su adolescencia no le inquietaba demasiado. Martial le parecía un tipo interesante y atrevido. Un día le invitó a ir a pescar, pero sin caña, sólo con red. Cuando llegaron al lugar, sacó unos potentes explosivos y los hizo explotar bajo el agua, matando así más de cien peces que salían a la superficie. “La Biblia dice que Jesús puso a pescar a Pedro y sacó 153 peces… nosotros con explosivos conseguimos más”, comenta René-Luc.
Al principio, Martial parecía un tipo interesante para correr aventuras. Pero pronto la situación degeneró porque se volvió violento con su madre. Él gritaba para amedrentarla, y le pegó. Cuando los dos hijos mayores intentaban intervenir, ella lo impedía… Ellos, hartos de no poder hacer nada, se fueron a casa de su padre. Y el joven René-Luc quedó como “el mayor” en casa.
Un día vio que ella salía de casa con la mano en la barriga, sangrando, hacia el hospital. Dijo que se había cortado por accidente. En realidad, Martial la había acuchillado.
La mujer decidió irse con René-Luc y sus hermanas, pero Martial los encontró enseguida. Después, la policía lo encontró a él y lo encerró un año. La madre, en vez de cortar el contacto, decidió visitarlo con René-Luc cada fin de semana a la cárcel, esperando que al salir él se mostrase agradecido. Sucedió lo contrario: al salir de la cárcel, Martial era más agresivo y violento. La familia volvió a huir, él los encontró de nuevo y dio una terrible paliza a la madre. El jefe de policía dio su teléfono a la mujer: “Si Martial vuelve, llámeme inmediatamente”.
Unas semanas después, en noviembre de 1979, Martial llamó a la puerta. La madre bajó a hablar con él, fuera, en la calle. Los hermanos miraban por una ventana. Él empezó a alejarse. Ellos bajaron.
- ¿Qué quería, mamá?
- Es raro –respondió ella. - Dijo que venía a despedirse…
Y en ese momento resonó un disparo. Martial estaba en el suelo, con una pistola en la mano. Se había disparado a sí mismo en el corazón.
Este fue el inicio de la adolescencia de René-Luc. Decidió hacer lo que quisiera. Robaba en tiendas. Iba en moto sin tener aún la edad. Flirteaba con chicas. Tenía problemas con la policía.
Una vez se fue de casa por tres días. Cuando su madre le regañó, él la tomó agresivamente por el cuello de la camisa y la empujó contra la pared. “Déjame en paz o te reventaré”, le espetó. Ella quedó aterrorizada, y él se fue. Se dedicó a distintos crímenes aunque sin cortar el contacto con la familia.
En esas circunstancias, su madre lo invitó a “unas charlas que da un gangster, que fue líder de una banda”. A él le sonó interesante, y aceptó. Les llevaba una amiga, que era la que los invitaba en realidad a ambos.
El gangster era Nicky Cruz, el líder pandillero neoyorquino que se había convertido a la vida cristiana a finales de los años 60, una historia descrita con detalle en los libros “La cruz y el puñal” y “Corre, Nicky, corre”.
“La cruz y el puñal” es la historia real de cómo un predicador rural pentecostal, el reverendo Wilkerson, logró la conversión de varias bandas de Nueva York y los sacó de las drogas, y es un libro fundacional de la Renovación Carismática. [Más sobre esto, y link a la película de los años 70 en español, aquí]
Nicky Cruz explicó su testimonio de conversión y transformación mediante el poder salvador de Jesucristo en el estadio de Montpellier el 10 de marzo de 1980, ante unas dos mil o tres mil personas.
“Yo me sentí identificado con su charla, porque había muchas similitudes entre su vida y la mía. Al final de la charla, hizo algo inusual para los católicos. Pidió a los asistentes que se acercaran al escenario y él oraría a Jesús para que entrase en nuestros corazones. Titubeé. Pero yo quería ir, de verdad. Me aseguré de que mi madre no se fijara en mí. Y fui. La banda tocó música religiosa lenta. El hombre decía: ‘Jesús, te lo ruego, ven y cambia la vida de todos’. Por primera vez sentí una presencia espiritual en mi corazón. Me caían lágrimas por la cara. Llorar era una experiencia extraña, infrecuente para mí. Ante Nicky Cruz sentí como dice la Biblia en Ezequiel: ‘Os quitaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne”.
- ¿Os ha gustado la charla? – preguntó la amiga en el camino de vuelta.
- No –dijo la madre, que no se había conmovido en absoluto.
- A mí sí. Quiero saberlo todo sobre ese hombre.
- ¿Sobre Nicky Cruz?
- ¡No! Sobre Jesucristo.
René-Luc aprendió así la primera lección que aplicaría luego siempre en su vida como sacerdote y evangelizador: “Un orador religioso no busca que la gente le admire, sino que admire a Jesucristo: eso logró Nicky Cruz”.
La amiga de su madre invitó a René-Luc a un grupo católico de oración carismática, en la ciudad de Tarascon. Allí empezó a conocer a Jesús. Aprendió con ellos a leer la Biblia, a ir a misa, a tocar la guitarra. No podía dejar de orar y alabar, y deseaba siempre más. Fue dejando sus malos hábitos y amistades. Y mejoró su relación con su madre.
Ese verano, en junio de 1980, la misma amiga lo llevó al santuario de Lourdes en una peregrinación. “Fue una experiencia muy poderosa para mí. A las diez de la noche, ante la gruta, entregué mi vida a Jesús.” Él no sabía que en esos mismos días había alguien especial rezando también allí.
Después, antes de un año, conoció al padre Daniel-Ange, que había sido ermitaño en África y ahora buscaba evangelizar a los jóvenes al estilo de la Renovación Carismática. Daniel-Ange se lo llevó a sus primeras misiones evangelizadoras para que diera su testimonio.
A René-Luc le gusta presumir de que en 1984, cuando tenía 17 años, fundó con 5 amigos “el primer grupo de rock católico de Francia”, que se llamaba Totus Tuus. Añade que su último concierto fue en 1986 “ante 60.000 personas… que, bueno, en realidad venían a ver a Juan Pablo II que visitaba Francia, en el estadio Gerland”, añade con humor.
Bajo estas líneas, en YouTube, el concierto de Totus Tuus ante 60.000 personas, muy al estilo de mediados de los 80. René-Luc tocaba el bajo.
Pero aún habían de pasar más cosas asombrosas en su vida. A los 13 años, cuando Martial aún estaba vivo y en prisión, su madre reveló una cosa a René-Luc: él no tenía el mismo padre que sus dos hermanas pequeñas ni tampoco lo era el padre de sus hermanos mayores.
Ella lo engendró cuando, aún en trámites de separación del primer marido, se fue tres meses con un hombre alemán, un hombre que había sido soldado en la Legión Extranjera. Lo dejó porque bebía mucho y era peligroso. Pero después de dejarlo descubrió que estaba embarazada. Ella vivía con sus padres, que habían sufrido mucho a manos de alemanes en la Guerra Mundial ¿y ahora iba a tener el bebé de un alemán? Pensaba abortar.
Pero una amiga llamada Lucie le propuso: “Ven con tus dos niños a mi casa y que llegue el bebé”. Eso salvó la vida del pequeño de una muerte a causa del miedo, la desesperación y el aborto. Lucie fue su madrina y por eso él se llamó René-Luc.
“El 25 de mayo de 1985, cuando tenía 19 años, recibí una llamada de teléfono. Era un hombre con acento extranjero. Me dijo: ‘Hola, quiero hablar con René-Luc’. Dije que era yo. Me dijo: ‘Yo soy tu padre’. Parecía Star Wars, con eso de que me llamo Luc”, comenta con humor recordando una famosa escena de la película.
Pudieron encontrarse, muy emocionados. Él había sido alcohólico y por eso se marchó su madre. Pero con el tiempo, en 1980, encontró una buena mujer que lo ayudó a dejar el alcohol y recuperar una vida sobria y digna. Tomó conciencia de que tenía un hijo y responsabilidades para con él. Viajó varias veces a Francia buscándolo, y en junio de 1980, en Lourdes, aunque él era de tradición protestante, puso una vela, no a la Virgen, sino a Santa Bernadette, pidiéndole encontrar a su hijo. ¡Eran los mismos días que René-Luc estaba en Lourdes entregando su vida a Dios!
Cinco años después, sabiendo que el bebé nació en Nimes, el exalcohólico entró en una iglesia de esa ciudad e imploró a Dios: “Señor, ayúdame a encontrar a mi hijo”. Al salir de la iglesia, bajando por esa calle, reconoció una casa que había visitado sólo una vez 20 años antes. Era la de los abuelos de René-Luc. Ellos ya habían muerto, pero la nueva inquilina le pudo pasar un teléfono de contacto con un tío de la familia... y finalmente con su hijo. Al final, René-Luc consiguió a su padre.
René-Luc hoy es sacerdote y cuenta toda esto para demostrar que Dios escucha las oraciones y las responde “aunque se tome su tiempo”. De 2001 a 2008 organizó las expediciones de los jóvenes evangelizadores que estudian en la escuela de evangelización Jeunesse Lumiére, del padre Daniel Ange. También divulga su testimonio y atiende a la gente en su web www.dieuenpleincoeur.com. Su libro cuenta con detalle su pasado. “Mi familia me dio permiso para contarlo, sólo me pidieron cambiar 5 líneas”.
Por su propia experiencia juvenil, sabe que los mejores evangelizadores de los jóvenes son otros jóvenes. Dirige la nueva escuela diocesana de evangelizadores CapMissio (www.capmissio.com) en la que se forman durante un año entero 12 jóvenes de 20 a 28 años, que reciben un certificado de estudios teológicos y participan en actividades misioneras y evangelizadoras.
Para todo aquel que no se atreve a evangelizar y contar lo que Dios hace en su vida, tiene una idea: “A un cristiano que dé testimonio puede que lo crucifiquen, pero uno que no testifica ya está muerto. Que nadie se desanime de evangelizar”.
religionenlibertad.com 1 diciembre 2015
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