Se ha publicado recientemente "Dios existe", el libro de argumentos a favor del deísmo que el famoso filósofo ex-ateo Antony Flew publicó en 2007 en inglés, levantando una gran polvareda.
El personaje y su pensamiento es de lo más relevante, pero el contexto en el que llega lo es más aún.
Como explica el filósofo de la ciencia Francisco José Soler Gil en su interesantísimo prólogo, en español se traducen enseguida en grandes casas editoriales todas las obras de lectura ágil de los divulgadores internacionales del nuevo ateísmo grosero, mientras que las trabajadas respuestas de los filósofos o pensadores teístas o cristianos no se traducen nunca o sólo en pequeñas editoriales de muy poca difusión.
"Cualquier nueva publicación de las figuras más destacadas del bando ateo -Richard Dawkins, Daniel Dennett, etc.- es traducida en pocos meses a nuestra lengua. Y publicitada como best seller por las principales distribuidoras de libros", denuncia Soler Gil. "En cambio, la mayor parte de las obras y autores del bando teísta permanecen sin traducir; o, las que finalmente son traducidas (con frecuencia con mucho retraso), ven la luz en editoriales destinadas a un público muy minoritario".
"Resulta, por ejemplo, muy difícil de explicar que un libro de tal repercusión en esta controversia como es The coherence of theism, de Richard Swinburne (publicado en 1979) no se encuentre todavía accesible al público castellanoparlante. Más aún, de las obras principales de este autor, tan sólo una, La existencia de Dios, ha sido traducida recientemente (2011) por la editorial San Esteban (Salamanca)", continúa el prologuista.
"Sólo un poco mejor ha sido el destino en nuestro país de autores como John Polkinghorne, gracias a los esfuerzos de la editorial Sal Terrae (Santander). Y mucho peor el de autores como William Lane Craig, Robin Collins, Michael Heller, o hasta el mismísimo Alvin Plantinga, por citar tan sólo algunos nombres de una corriente de pensamiento seria, pujante y casi completamente desconocida en nuestro ámbito cultural". Y Soler Gil añade su propia experiencia: "Hace ya unos años, yo mismo intenté contribuir al “descubrimiento” en nuestro país de esta nueva escuela de teísmo filosófico mediante la publicación en la editorial BAC de la obra conjunta Dios y las cosmologías modernas (2005), en la que recogía una muestra de las contribuciones de algunos autores de este movimiento en torno a la cuestión de las relaciones entre la cosmología actual y la teología. Sin embargo, ni este intento ni otros han logrado hasta ahora romper el muro de silencio, o de indiferencia, que se cierne en nuestro país sobre el pensamiento teísta contemporáneo".
Así, Trotta va contracorriente al traducir con el título "Dios existe" el libro de 2007 "There is a God: How the World´s Most Notorious Atheist Changed his Mind" ("Hay un dios: cómo el ateo más notorio del mundo cambió de opinión", de Antony Flew, con la ayuda de Roy Abraham Varghese Se puede debatir cuán notorio era Flew como ateo, pero sus credenciales filosóficas son elevadas. A él se acude cada vez que en una discusión por internet alguien comenta la falacia de "ningún verdadero escocés" ("ningún verdadero escocés cometería ese crimen; ¡vaya!, ¿lo cometió?, entonces es que no era un verdadero escocés"; la desarrolló Flew en 1975 en su libro Thinking About Thinking: Do I Sincerely Want to Be Right?).
Aunque era hijo de un ministro metodista, a los 15 años Antony Flew ya no tenía fe. De estudiante acudía a los debates del Club Sócrates de C.S. Lewis en Oxford, cuya inteligencia admiraba, pero cuyos argumentos éticos a favor de Dios no le convencían. El problema del mal en el mundo, entre otros, le convencieron ya entonces de que no había Dios, o más aún, de que era un concepto vacío. Flew fue el pensador inglés que, desde la década de los 50 a la de los 80, ofreció argumentos más refinados para la defensa del ateísmo. Aprendiendo de la metodología jurídica planteó que igual que no hay culpable hasta que se demuestra la culpabilidad (presunción de inocencia) hay que partir de la "presunción de ateísmo" y que la carga de la prueba debería recaer sobre el teísmo.
Pero Flew cambió de opinión a medida que estudiaba más biología, y muy influido por su colega filósofo Richard Swinburne, un inglés convertido del anglicanismo a la ortodoxia griega.
Por ejemplo, Flew siempre insistió en que en filosofía es importantísimo definir las cosas, y la definición de Dios de Swinburne (un dios deísta, filosófico, previo a la revelación) le parecía operante.
Por el contrario, criticaba al divulgador del ateísmo militante Richard Dawkins que "aunque en el índice de El espejismo de Dios anota 6 referencias al deísmo, no da ninguna definición de la palabra deísmo. Eso le permite a Dawkins sugerir en sus referencias que los deístas son una miscelánea de creyentes en tal o cual cosa. La verdad, que Dawkins debería haber aprendido antes de llevar el libro a la imprenta, es que los deístas creen en la existencia de un Dios, pero no el de ninguna revelación". Deísmo filosófico: esa era la postura de Flew desde 2004.
Flew empezó a presentarse como deísta en diversas entrevistas y publicaciones en 2004: tenía 81 años, y creía que la evidencia apoyaba la existencia de una inteligencia creadora, y que el azar y la necesidad o el mero materialismo no eran suficientes para explicar la complejidad del mundo.
En 2005, en su nueva edición de "God and philosophy", estableció una serie de nuevos temas ligados a la ciencia y el pensamiento que todo pensador que aborde el tema de Dios debería tener en cuenta:
En 2007, él y el divulgador norteamericano de origen indio Roy Abraham Varghese firmaron juntos un libro titulado, provocativamente, "There is a God", que es el que ahora se ha traducido al español.
Los gurús mediáticos del nuevo ateísmo reaccionaron ferozmente. Se acusó a Varghese de haber escrito el libro él sólo y de haber engañado a Flew para firmarlo. Basaban sus acusaciones, por ejemplo, en que en el libro aparecía mucho vocabulario de inglés norteamericano, no británico. Se habló insistentemente de "senilidad" y "manipulación".
Flew respondió a través de la editorial, asegurando que Varghese dio la forma escrita al texto, pero que el pensamiento y las ideas eran las del veterano filósofo inglés. Al año siguiente, Flew insistió en que el libro era suyo en otra carta.
El 8 de abril de 2010 murió el filósofo con 87 años. La prensa mundial (pero la española casi nada) se hizo eco de que un famoso ateo de toda la vida había muerto como deísta. Los adherentes del ateísmo gruñón volvieron a hablar de "senilidad", sin pruebas médicas que acreditasen nada.
Un caso que lo ejemplifica desde un ateísmo menos feroz fue el de Jillian Becker, conocida personal de Flew ("ambos éramos ateos conservadores", dice ella) que desde California escribió a Inglaterra, al "Telegraph", admitiendo que Flew le había explicado que sólo la existencia de "una inteligencia" puede explicar el universo. Pero lo lamentaba y protestaba: "¿es que el hombre que mejor ha defendido el ateísmo desde David Hume ha de recordarse como un deísta sólo porque se le ablandaron los sesos en sus últimos años?"
En respuesta a Becker escribió el filósofo católico escocés John Haldane, reputado tomista y padre de familia. Haldane recuerda sus largas charlas con Flew en 2004 cuando filmaban un documental sobre filósofos, Dios y la ciencia, dirigido por Varghese.
"Le faltaba su antiguo vigor y agudeza y él mismo dijo que sufría algo de afasia disnómica, pero era claro acerca de los temas que le habían llevado pensar que la estructura fundamental física del universo y tipos particulares de complejidad microbiológicas apoyaban la hipótesis de una fuente creadora inteligente", escribió Haldane. Y añadió: "tengo cartas escritas a mano de todo un año debatiendo este razonamiento. En abril de 2005 escribió de su conversión al deísmo einsteniano. También mencionó su admiración por el liderazgo de Juan Pablo II."
Para Haldane, "es un error centrar la atención en su grado de vigor mental; él insistiría en que nos preguntemos cuán buenos son sus argumentos."
En uno de sus textos, Flew explicó lo que le había llevado a su cambio.
"Dos factores fueron especialmente decisivos. Uno fue mi creciente empatía con la idea de Einstein y de otros científicos notables de que tenía que haber una Inteligencia detrás de la complejidad integrada del universo físico. El segundo era mi propia idea de que la complejidad integrada de la vida misma —que es mucho más compleja que el universo físico— solo puede ser explicada en términos de una fuente inteligente. Creo que el origen de la vida y de la reproducción sencillamente no pueden ser explicados desde una perspectiva biológica, a pesar de los numerosos esfuerzos para hacerlo. Con cada año que pasa, cuanto más descubrimos de la riqueza y de la inteligencia inherente a la vida, menos posible parece que una sopa química pueda generar por arte de magia el código genético. Se me hizo palpable que la diferencia entre la vida y la no-vida era ontológica y no química. La mejor confirmación de este abismo radical es el cómico esfuerzo de Richard Dawkins para aducir en El espejismo de Dios que el origen de la vida puede atribuirse a un “azar afortunado”. Si este es el mejor argumento que se tiene, entonces el asunto queda zanjado. No, no escuché ninguna voz. Fue la evidencia misma la que me condujo a esta conclusión."
Soler Gil señala que en las obras a favor del ateísmo que escribió Flew "no encontramos descalificaciones globales, ni caricaturas groseras del teísmo, sino argumentos, expuestos en detalle, con serenidad, y con un auténtico espíritu inquisitivo". Sus debates con Swinburne, por ejemplo, son un ejemplo de respeto mutuo.
"La seriedad con la que Antony Flew abordó desde el principio los argumentos teístas, su esfuerzo por formularlos del modo más fuerte posible, antes de emprender su refutación, su confianza en el poder de los argumentos para resolver la controversia entre teísmo y ateísmo, y su negativa a utilizar como clave de su análisis el recurso a tales o cuales intereses ocultos en el discurso teísta, convertían a Flew en un ateo muy poco común", escribe Soler Gil.
Y lo compara con otros casos. Así, por ejemplo, Nietzsche, Marx y Freud no criticaban a la religión desde la razón, no buscaban la argumentación, sino que buscaban sospechas contra ella: "la voluntad de poder, o la infraestructura económica, o las pulsiones del subconsciente, u otras cualesquiera (desde el miedo a la muerte al instinto sexual o las determinaciones genéticas). En todo caso, no la razón", denuncia Soler Gil.
Y con los ateos modernos, lo mismo. "No es de extrañar que los propagandistas del ateísmo contemporáneo dediquen poco tiempo a la discusión de los argumentos teístas. Y que los estudios de un Swinburne, o un Plantinga, o un Polkinghorne, o un Jaki, por citar tan sólo algunos nombres, sean simplemente ignorados por ellos. La recepción de estos autores entre los que deberían ser sus oponentes intelectuales se reducirá, a lo sumo, a alguna vaga cita, una nota a pie de página, acompañada de la insinuación más o menos larvada de los posibles motivos que subyacen a sus obras: el uno será sacerdote, el otro tradicionalista, el tercero provendrá de una familia de teólogos, y el cuarto será tal o cual cosa. O bien se tratará, como en el caso de Flew, de un anciano en el declive de sus facultades mentales, y manipulado por estos y aquellos. En definitiva, nada nuevo bajo el sol", señala Soler Gil en su prólogo.
Confió en la razón y la siguió Por eso Flew es un personaje peculiar: por haber sido un ateo verdaderamente filósofo. En una época de desconfianza hacia la razón, a él le guió "una confianza instintiva en el poder de la razón, que encontró finalmente su sentido en el momento en el que los argumentos condujeron al filósofo a concluir que la fuente, tanto de ese poder como del modo de ser de la naturaleza en general, es la racionalidad divina", concluye Soler Gil.
religionenlibertad.com (18 de febrero de 2013)
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