A principios de 2009 el doctor Angelo Vescovi, investigador del Hospital Niguarda asociado a la Universidad de Milán, publicó un artículo de gran repercusión titulado Detrás de la investigación con células madre embrionarias sólo hay una guerra de patentes, que concluía diciendo: “El uso de embriones humanos no es, en absoluto, una necesidad inevitable”.
Todo empezó cuando en 1998 James Thomson, un investigador de la Universidad de Wisconsin, demostró que las células de la masa interna de los embriones, al alcanzar el estadio de blastocisto (cuatro días después de la fecundación), mantienen su toti potencialidad. Si estas células son aisladas, disgregadas y cultivadas in vitro en un medio apropiado, empiezan a proliferar y, teóricamente, podrían diferenciarse hacia cualquier tipo de especialidad celular (piel, cartílago, hueso, músculo, etc). Esta capacidad aparentemente ilimitada de proliferación y diferenciación llamó la atención de los investigadores y biotecnólogos, que vieron en ellas una vía para abordar la reparación de tejidos en personas aquejadas de enfermedades degenerativas, surgiendo así la mal llamada “clonación terapéutica”.
Diez años después se constata el enorme fiasco de estas investigaciones, discutidas desde su inicio no sólo por su ineficacia y problemas técnicos, sino, sobre todo, por el grave problema ético que supone la instrumentalización de los embriones. Vescovi señalaba que “estas células no se pueden aislar del embrión si no es produciendo éste último en el laboratorio en un proceso que implica la muerte del embrión mismo. Es lógico que se planteen interrogantes éticos candentes y de enorme alcance”.
Por otra parte, el uso de las células madre embrionarias ha topado con problemas técnicos principalmente debidos al rechazo inmunológico y al riesgo del desarrollo de tumores cancerígenos en el paciente tratado. Por ello, muchos investigadores han buscado otras fuentes de producción de líneas celulares sin utilizar embriones.
Ya en 1999 los italianos Angelo Vescovi y Giulio Cossu consiguieron cultivar células madre no embrionarias, procedentes del sistema nervioso de rata, y transformarlas en células sanguíneas y aseguraron que las células madre de tejidos adultos podían reprogramarse y dividirse igual que las de la masa interna de los embriones.
Éstas investigaciones desde entonces han demostrado que el cuerpo humano cuenta con células madre en todas las etapas de la vida y no sólo en la fase embrionaria. Existen células madre postembrionarias en el líquido amniótico, el feto, el cordón umbilical y en la mayoría de los tejidos durante la vida adulta. Son grupos subcelulares encargados de restaurar el desgaste natural de muchos tejidos. En los organismos adultos hay más de 200 tipos de células y la lista de tejidos de los que se conoce que contienen células madre aumenta. Las investigaciones biomédicas parecían demostrar un futuro más prometedor de la clonación terapéutica a partir de las células madre no embrionarias que con las embrionarias.
Descubrimientos sucesivos y simultáneos a las investigaciones con células procedentes de embriones lo han puesto de manifiesto.
Las células madre de adulto, con capacidad de desprogramación, proliferación y reprogramación, ofrecen hoy la mejor solución para evitar la utilización destructiva de los embriones. Es cada vez más evidente que ofrecen un campo más amplio y satisfactorio que el de las células madre embrionarias. Sus ventajas son obvias: no producen rechazo inmunológico en el receptor (el donante es, a la vez, el paciente a tratar con estas células); su obtención es relativamente sencilla mediante una biopsia; no dan lugar a tumores al tratarse de células más moderadas en su actividad proliferativa; y, sobre todo, no plantean problemas éticos, pues no se destruye ninguna vida humana.
Hay muchas otras investigaciones que siguen esta línea. En una llamativa demostración de la flexibilidad celular, el equipo de Marius Wernig de la Universidad de Stanford ha publicado en Nature a principios de 2010 un nuevo gran avance: la producción de neuronas funcionales a partir de células de piel, sin pasar por la etapa intermedia de células pluripotentes (las llamadas iPS). Aparte del mayor o menor rendimiento de estas técnicas, se resuelven varios problemas que aún planteaban las células iPS. Surge así una multitud de grandes posibilidades para la solución de múltiples enfermedades degenerativas (alzheimer, parkinson, diabetes, etc.), además de otras que afectan a la actividad neuronal del cerebro, como la depresión, esquizofrenia o incluso los trastornos autistas.
Resueltos los problemas bioéticos del holocausto de los embriones, estamos ante lo que puede ser una nueva y esperanzadora etapa de la medicina regenerativa, que comenzó a finales de 2007, con las extraordinarias investigaciones del Dr. Yamanaka. Queda pendiente una gran deuda de la Humanidad con este modesto, simpático y futuro premio Nobel de Medicina, que siempre vio a los embriones como la primera etapa de la vida humana y no como un simple conglomerado de células.
Nicolás Jouve.
Catedrático de Genética de la Universidad de Alcalá.
Publicado el “La Gaceta de los Negocios” http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/opinion/futuro-los-embriones
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