¿Son los ateos mejores o peores que los creyentes? Es una pregunta trampa: para poder responderla primero hay que definir qué es el bien y cómo se tiende a él o se consigue. Y ahí tienen todas las de perder los ateos, porque a poco que lo piensen aparecen conceptos que les son extraños, o si son materialistas totalmente ajenos como puede ser el de libertad.
Pero si restringimos la pregunta a un lenguaje más popular y estadístico, pues parece que los ateos son menos generosos, en concreto: la mitad.
Así se desprende del Market Tracker Report de 2011 realizado por Charities Aid Foundation (CAF). En la encuesta realizada a 507 donantes de más de 50 libras al año queda patente que:
Así que, como afirma el director del estudio Richard Harrison, «la encuesta muestra que existe asociación entre religión y comportamiento caritativo, aun cuando las personas no practiquen activamente la fe que profesan». Parece una mala lectura del título del libro de Dawkins: «el gen egoísta».
No es más que una anécdota, supongo que importante para los que necesitan este tipo de «demostraciones». Pero, anécdota o no, es muy coherente con el comportamiento mostrado por los neoateos.
Después del terremoto de Haití de 2010, Dawkins se llenó la boca con una presunta donación «atea». Donativo que en realidad era para cubrir los gastos de aquellos que se manifestasen ateos y que fuesen de modo exclusivo destinados a organizaciones absolutamente aconfesionales, reduciendo el ámbito a Cruz Roja Internacional y Médicos Sin Fronteras. Si no se cumplían esas condiciones, que les diesen morcilla a los haitianos.
Gracias a Dios, los creyentes dimos y apoyamos a muchas organizaciones, incluidas Cruz Roja y Médicos Sin Fronteras y no por hacer alardes. Dos años después de aquello Cáritas sigue allí, sin ruidos, ni focos, porque la caridad cristiana es otra cosa.
Cuentan que un personaje importante acudió a conocer el trabajo desarrollado por la Madre Teresa de Calcuta: ancianos, huérfanos, leprosos, prostitutas, de todos los colores, de todas las castas, sin importar su religión, todos hijos de Dios.
– El hombre le dijo: «Madre, el trabajo que usted hace yo no lo haría ni por todo el oro del mundo»
– «Yo tampoco, hijo, yo tampoco», le respondió.
Si non e vero e ben trovato, cuadra perfectamente con el modo de ser de la Beata Teresa, lo podemos comprobar en sus Hijas de la Caridad y ojalá se pudiese decir de nosotros.
http://infocatolica.com/blog/delapsis.php 16.03.12
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