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Es evidente que la Comunión hay que vivirla con la misma intensidad espiritual que la escucha de la Palabra de Dios o la Consagración. En cualquier momento de la celebración eucarística nuestra participación tiene que ser plena, consciente, activa y fructuosa.
Es evidente que lo que importan son las actitudes espirituales que adoptamos; pero las formas son también importantes. Para tratar al Señor hemos de poner lo mejor de nosotros mismos
Por el modo de comulgar, sin que me atreva a juzgar las actitudes interiores, se refleja como valoramos la presencia real y sacramental de Jesús en el Pan Eucarístico.
Como se puede observar, el sacerdote se prepara interiormente con una oración íntima. Es una invitación a toda la asamblea a ponerse en actitud de espera del Cuerpo y la Sangre del Señor.
La actitud que habría que cuidar en la preparación para comulgar debería de ser la gratitud por el don que el Señor nos regala; es Él quien viene a nosotros. Y con la gratitud el deseo profundo de recibirlo en nuestra vida
Una vez que el sacerdote comulga, nos dice: “dichosos los invitados a la cena del Señor”. Al comer el Cordero Pascual, éste entra en nosotros y nos hace uno con Él, al tiempo que nos une entre nosotros como Iglesia.
De ahí que cuando el sacerdote al darnos la comunión nos dice “el Cuerpo de Cristo”, nosotros respondemos “amén”, le estamos diciendo: “Si quiero, acepto, deseo que unas tu vida a la mía”. Jesús transforma nuestra pequeña y débil vida en su misma vida divina.
Todo esto es evidentemente tan sublime que, o se toma en serio o corremos el peligro de banalizar lo que, por gracia de Dios, enriquece y renueva nuestra vida
Es por eso que, ante la presentación del Pan Eucarístico como el Cordero de Dios, nosotros respondemos con una profunda humildad: “Señor, yo no soy digno de que entes en mi casa, pero una Palabra tuya bastará para sanarme”.
Después de comulgar hay que encontrarse con Jesús en intimidad, por eso, es imprescindible el silencio que nos permita un diálogo con él. Ese momento es la gran oportunidad para un encuentro que fortalezca nuestra fe.
Normalmente en la liturgia ese tiempo de después de la Comunión es de silencio meditativo, que además debería ser más prolongado de lo que lo hacemos
Es importante que se recuerde que es tiempo de rezar; y para eso se pueden indicar algunos argumentos sobre los que hablar con el Señor y algunas oraciones que nos podrían ayudar en ese dialogo con Jesús Eucaristía.
Si se canta, los cantos tanto en el tono de la música y, sobre todo, en la letra han de invitar a la oración. Todas las canciones de la Comunión deberían de ser eucarísticas y orantes
El silencio no es incompatible con el canto. Se puede cantar durante la Comunión y en la acción de gracias, pero no hay que tener prisa en comenzar el canto. Tampoco es necesario estar cantando durante todo el tiempo de distribución de la comunión. Por supuesto, no siempre hay que cantar en la meditación de acción de gracias.
El ritmo o la letra de algunas rompe con demasiada frecuencia el tono espiritual que ese momento debe de tener.
Hay muchos que participan en la Eucaristía y no pueden comulgar. Algunos porque no están bien dispuestos, es decir, porque necesitándolo no se han confesado. Otros porque sus circunstancias personales, aunque lo deseen, no les permite acercarse a recibir la Comunión.
Comulgar espiritualmente significa unirse a Jesucristo presente en la Eucaristía, aunque no recibiéndolo sacramentalmente, sino con un deseo que proviene de una fe animada por la caridad
Para estos el tono espiritual ha de ser el mismo que para los que comulgan; también ese momento de la celebración de Eucaristía es tiempo de oración y de intimidad con Jesús Sacramentado, si bien su comunión es “spiritual”.
Los santos siempre entendieron que todos hemos de recorrer un camino: de la Eucaristía a los pobres y de los pobres a la Eucaristía
Me gustaría que todos os quedéis con esto: cuidemos con mucho esmero la comunión, nos va mucho en cada oportunidad que tengamos de recibir a Jesús: nos va la fortaleza, la autenticidad, la radicalidad de todos los demás aspectos de nuestra vida cristiana.
Fuente: Carta Pastoral: “El Cuerpo de Cristo – Una reflexión de vuestro Obispo, sobre cómo recibir la comunión”. 8 enero, 2018. Amadeo Rodríguez Magro. Obispo de Jaén.
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