«Jeanne», una muchacha que tenía catorce años en ese entonces, tomó a su padre del cuello y le dijo: «¡si continúas golpeando a mi madre, te mato!» Cuando estalló la guerra, Jeanne abandonó a su familia para enrolarse con los partidarios del presidente. Viendo la debilidad de los soldados, atravesó el frente y se unió a los rebeldes. Tomó parte en combates violentísimos.
Más tarde ella me dirá: «Cuando no había nada qué comer ni qué beber pero tenías que pelear, siempre había droga disponible, y podías tomar toda la que quisieras. Pero es una trampa porque, una vez que has tomado esa droga, ya no sabes lo que haces, sólo obedeces. Si te dicen que calles, tú callas. Y he llegado a matar civiles, incluso a una mujer con su niño en brazos...» Con un grupo de rebeldes, ella perseguía a otro grupo, para vengar la muerte de una de sus amigas, y logró asesinar al jefe. Jeanne sólo tenía quince años.
En octubre de 2003 la acogí en un centro para niños víctima de la guerra -teníamos alrededor de 1500, niños y niñas, entre los cuales había niños soldado-. Durante tres años el equipo de educadores buscó ayudarla a salir de la droga y de la violencia. Ella se fugaba del centro. Una vez, después de una fuga de dos meses, regresó demacrada, con muy mala salud. Estaba intentando abortar tomando algunas hierbas, y ella misma estaba en peligro de envenenarse. Después de largas discusiones decidió conservar a su hijo, ante mi promesa de hacerme cargo de él. Durante todo el tiempo no cesaba de insultarnos, a la religiosa y a mí, a causa del hijo que ella no quería.
Cuando dio a luz a la hermosa niña, fui a verla para llevarme al bebé. «Me has insultado durante seis meses porque no quieres a esta niña, por eso vengo a llevármela» -le dije-. Entonces me respondió: «¡No, porque es mi hija!»
Después de dos años transcurridos con una religiosa, y contra la opinión del equipo de educadores -ya desanimados por lo difícil que era tratar con Jeanne-, la trajimos de vuelta. Tuvo que pasar unos días en el hospital psiquiátrico porque había intentado suicidarse. Intentó fugarse también del hospital, rechazando todo tipo de ayuda. Pero siempre se le podía convencer motivándola con su hija. Era siempre el mismo argumento: que ella hiciera las cosas por amor a su hija, para llevarla por buen camino.
En el año 2007, a causa de las amenazas de muerte que pesaban sobre ella por haber pertenecido a un grupo de rebeldes, fue necesario hacerla salir del país en secreto, y por ello hubo que conseguirle papeles de identidad, un pasaporte para ella y uno para su hija.
Hoy ella está en el extranjero, lejos de su casa, pero aceptó seguir el tratamiento psiquiátrico, tomar cursos de costura en una escuela dirigida por religiosas y... ¡pidió el bautismo!
Ella es seropositiva pero, gracias a Dios, su hija no lo es. Jeanne aceptó su enfermedad pidiendo simplemente que cuiden de su hija. «Ahora estoy feliz», me decía recientemente por teléfono. ¡Demos gracias a Dios!
Henri de Penfentenyo, SV
Angers (Francia)
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