Homosexual activo, después 27 años sin confesarse, dice hoy que «cambiar es posible»

David DeJiacomo nació en Denver, Colorado, hace 63 años. En la adolescencia reconoció –no sin dolor- sus sentimientos de atracción por personas del mismo sexo

Cuando David se confesó después de 27 años lejos de este sacramento, su vida empezó un cambio

Explica en El Pueblo Católico (el semanario hispano de la diócesis de Denver) que creció sin una figura paterna: su padre abandonó el hogar antes de que él naciera. Su madre se juntó entonces con otro hombre. Y llegaron más hijos, pero al final era la madre sola la que los intentaba criar a todos.

“Mi primera conciencia de homosexualidad comenzó en mi adolescencia. Los muchachos empezaron a burlarse de mí, y un mundo de heridas se fue acumulando. No era aceptado e iba a la deriva, como la nieve que acabamos de tener en Denver; y poco a poco me fui arrastrando hacia un tipo de vida que me hizo mucho daño”.

Sin padre, rechazado por otros varones, las heridas emocionales se agravaban en el joven David. Las vivía con angustia, silencio e incertidumbre... y reaccionó buscando su autoafirmación en el "vivir y gustar" de las sensaciones, aunque al principio no directamente en la vida gay

La entrada en el mundo gay

No empecé a tener relaciones sexuales con los hombres hasta el momento en que entré en la universidad. Allí conocí a un profesor que se identificó como gay y al poco de conocernos, estábamos involucrados sexualmente”.

Asumió la "cultura gay" de los años 70, años de "liberación sexual". Allí tenía lo que ni su familia herida ni su padre desaparecido ni sus antiguos compañeros groseros le podían dar: la sensación de pertenecer a algo.

“Viví una «vida gay», asistía a desfiles gay, clubes gay. Andaba con estrellas porno y hombres que dirigían clubes de striptease, creyendo que de eso se trataba la vida, pensando que tenía una vida realmente auténtica. Pero todo fue ilusorio, nunca hubo amor en mis relaciones. Mi vida se estaba yendo abajo”.

Con fe... pero evitando la confesión

David era católico... y combinaba esa vida con la asistencia regular a misa. Pero nunca se confesaba. “Viví 27 años sin confesarme”. Sin embargo, “siempre le pedía ayuda a San José y un día me mostró que realmente me escuchaba”.

Fue un Jueves Santo, en 2008, cuando David estaba visitando las siete iglesias, una tradición norteamericana que recuerda los siete lugares donde Jesús fue llevado antes de morir.

“De pronto me encontré delante de la estatua de San José en la catedral de Denver. Le dije que la moral en este país era mala, pero confiaba en que él nos podía ayudar, empezando por mí”.

Allí, ante la imagen del hombre que fue modelo paterno para Jesucristo, San José, patrón de padres, arquetipo de paternidad... empezó el cambio de David, un hombre ya maduro.

Entre las 7 iglesias que había que visitar, estaba la del Espíritu Santo... y justamente esa tarde había confesiones.

“Emergió en mí un deseo incontenible, y tras titubear, me anime a encontrarme con Cristo. Me confesé con el padre Tom, que estaba en el confesionario en ese momento y él me dirigió a Courage (www.couragerc.org), un apostolado de acompañamiento a personas con atracción hacia el mismo sexo”.

Acogida de iguales, amistad sana de hombres

La acogida afectuosa en el respeto y orientación del sacerdote le mostraron a David otro posible núcleo de pertenencia que hasta ese momento desconocía.

Aunque le resultaban difíciles las primeras semanas en su grupo Courage, acogió las sugerencias de otros que ya tenían más tiempo asistiendo a los encuentros…

“Tuve que romper con todas esas relaciones de sexo, deshacerme de toda mi pornografía, y lo logré. Fue la experiencia más satisfactoria de libertad en mi vida. No fue fácil, fueron tres meses muy duros. Pero el Espíritu Santo me cuidó. Él cuida a todos los que desean vivir una vida santa”.

La terapia, el grupo de ayuda, las nuevas relaciones no-sexuales que le permitían re-significar su vínculo con otros hombres, su fidelidad a la fe, en su caso fueron dando frutos que le permitían gustar la vida.

Defensor de la familia y el matrimonio

Con el paso de los años ha logrado re-encontrarse y vivir en paz consigo mismo, con los demás y su fe.

En los últimos años David DeJiacomo ha luchado con vehemencia para que el estado de Colorado no aprobara el proyecto de uniones civiles (que trata a las uniones homosexuales practicamente como matrimonios), aunque esta normativa se aprobó y empezó a funcionar el 1 de mayo de 2013.

“Estoy molesto frente a numerosas leyes que han pedido a las cortes y a los legisladores buscar el «matrimonio gay», cuando la realidad es que la monogamia raramente existe en el mundo gay. Tiene poco o nada que ver con la realidad de las relaciones gay, las cuales son por naturaleza e inclinación, promiscuas”.

Compasión y poder para cambiar

“He descubierto –comparte al finalizar su diálogo- que no encontrarás mayor compasión en otro sitio como en la Iglesia”.

Hoy asegura que “si estás buscando compasión real, amor real, debes acudir a tu Madre Iglesia y dejar que Dios se encargue del resto, Dios sabe qué hacer. Y cuando Él hace milagros como éste, es porque quiere algo especial de ti; y mi misión hoy es ayudar a la gente con mi testimonio a entender que si uno quiere cambiar, es posible. Soy una prueba viviente de que puedes cambiar y si no puedes, puedes controlar tus hábitos. Puedes hacerlo, inclusive a mi edad. No dejes que alguien te diga algo diferente. No dejes que te digan que tú naciste así. Dios no quiere que vivas en la mentira o en la vergüenza, como muchos lo hacen, incluso aquellos que no son homosexuales”, concluye David.

religionenlibertad.com (6 febrero 2014)


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