En el Vietnam de hoy, Tong Phuoc Phuc, un católico, también es conocido por luchar de modo positivo para impedir que las mujeres hagan morir a sus hijos por aborto. En una casa de su propiedad, no excesivamente grande, este vietnamita de poco más de cuarenta años acoge en su casa a mujeres solteras embarazadas que no quieren abortar y que, al mismo tiempo, no tienen medios para sacar adelante a su hijo. Allí reciben alojamiento y comida hasta que dan a luz. Después, el niño se quedará allí hasta que la mujer pueda criarlo por su cuenta. O el niño se va con su madre, o Phuc y su esposa serán su familia. A este señor no se le pasan más opciones por la cabeza.
El inicio de esta obra fue interesante. La mujer de Phuc tuvo problemas al dar a luz, y estaba en peligro su vida. Entonces el joven vietnamita hizo una promesa: «Si todo sale bien, yo me dedicaré a ayudar a otras personas».
Al darse cuenta de que tantas mujeres abortaban en su país, consciente de que los fetos también eran personas humanas, le pareció un deber ir por los hospitales recogiendo cadáveres de niños abortados y enterrarlos en una propiedad suya. El cementerio creció, y varias mujeres que habían abortado iban a rezar allí. Entonces Phuc, al verlo, habló con algunas de ellas para que, si conocían a alguna chica que quisiera abortar, que la llevasen a hablar con él.
Después de 4 años desde que acogió a la primera madre soltera, Phuc ha salvado a más de 60 niños, la mitad de los cuales ya han dejado el curioso primer hogar para irse con sus madres. Gracias al apoyo de algunas organizaciones católicas y budistas, y a la ayuda de algunos particulares, la obra de Phuc sigue adelante. Y se propone continuar este trabajo mientras viva.
Datos del artículo de MARGIE MASON en The Associated Press, 29.03.2008
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